Subir

Azul de Rubén Darío

Félix Rubén García Sarmiento, Rubén Darío, nació en la aldea de Metapa, Nicaragua, en 1867. Destinado para la poesía, a los 10 años ensayó sus primeros versos. Su primer libro lo publicó a los 18 años. Un año más tarde, viajó a Chile donde permaneció por tres años. En este período trabajó como funcionario de la Aduana de Valparaíso y en el diario La Época de Santiago. En 1887, vio la luz su poemario Abrojos y al año siguiente, 1888, apareció en Valparaíso Azul. Inmediatamente Rubén Darío envió un ejemplar de regalo a Juan Valera, de la Real Academia Española. La reacción del crítico literario fue muy favorable. De este modo, la obra irradió el nombre de Darío por España y América, causando verdadera renovación en la poesía de la época.

Azul es el punto de inicio del modernismo hispanoamericano. En la primera edición, el poemario estuvo conformado por 18 breves cuentos en prosa y 7 poemas. En 1890 apareció la segunda edición en la que se suman 9 sonetos y otros cuentos; además de una carta del escritor Juan Valera, a modo de prólogo, que contiene juicios elogiosos como: "el carácter cosmopolita de sus escenarios y el tono afrancesado dentro de unas líneas perfectamente castellanas; y, sobre todo, que esto se haya logrado por un joven de 20 años, que apenas ha puesto el pie sino en unas pocas repúblicas hispanoamericanas". En 1917, se publicó en Madrid una edición de Azul, con ilustraciones de Enrique Ochoa, que reproduce como facsímil la edición de Buenos Aires hecha por La Nación, en 1905.

La originalidad de Azul radica, entre otras cosas, en la atracción de elementos estéticos y de estilo desde otras literaturas y culturas, especialmente de Francia. Esto permite que los poemas y cuentos se enriquezcan con un amplio vocabulario y variadas imágenes, lo que determina un particular estilo del texto. Eduardo de la Barra se refirió a esta obra de la siguiente manera: "Son, en verdad, estilos y temperamentos muy diversos, mas nuestro autor de todos ellos tiene rasgos, y no es ninguno de ellos. Ahí precisamente está su originalidad. Aquellos ingenios diversos, aquellos estilos, todos aquellos colores y armonías, se aúnan y funden en la paleta del escritor centroamericano, y producen una nota nueva, una tinta suya, un rayo genial y distintivo que es el sello del poeta. De aquellos diferentes metales que hierven juntos en la hornalla de su cerebro, y en que él ha arrojado su propio corazón, al fin se ha formado el bronce de sus Azules (...) Su originalidad incontestable está en que todo lo amalgama, lo funde y lo armoniza en un estilo suyo, nervioso, delicado, pintoresco, lleno de resplandores súbitos y de graciosas sorpresas, de giros inesperados, de imágenes seductoras, de metáforas atrevidas, de epítetos relevantes y oportunísimos, y de palabras bizarras, exóticas aun, mas siempre bien sonantes".

Por otra parte, Azul sostiene un planteamiento claro del artista frente a las estructuras sociales. Todos los elementos transformadores de la sociedad de la época, como por ejemplo el cosmopolitismo estético y decorativo de las mansiones aristocráticas de ese período, la secularización que implicaba el acercamiento a nuevas creencias y mitologías, entre otros; Darío los asimiló y transmutó en Azul. Con esta obra se realizó artísticamente, incluyendo la realidad que conoció en Chile y que en ese momento pesó determinantemente en su circunstancia vital.