Pluma y Lápiz fue un semanario de artes dirigido por Fernando Santiván (1886-1973), que se editó entre julio y septiembre de 1912, con un total de nueve números. Desde su primera publicación se planteó como un medio que tenía como fin ser un espacio para los artistas contemporáneos, vinculados, en la literatura, al modernismo y, en las artes, a las bellas artes: "Y pueda que nuestros cantos, unidos en una misma admiración y separados por su marcada personalidad, formen una poderosa sinfonía orquestal, salvaje y ruda, como nuestros bosques y nuestras costas; solemne y religiosa como las montañas andinas que nos han enseñado a orar; plácidamente dulces como los paisajes idílicos de las campiñas chilenas!" ("Nuestra revista". Pluma y Lápiz. Número 1, 19 julio 1912, p. 1).

La revista tomó su nombre de Pluma y Lápiz (1900-1904), semanario que fue dirigido por Marcial Cabrera Guerra (1871-1912). Algunos de sus colaboradores también escribieron en el nuevo medio, como fue el caso de Francisco Contreras (1877-1933) y Víctor Domingo Silva (1882-1960). Si bien la revista de Santiván reconoció cierto espíritu continuador, sobre todo, en cuanto a su intención de propiciar las relaciones de camaradería entre sus colaboradores, el medio de 1912 fue un nuevo proyecto, con mayor énfasis en la difusión de las artes, en especial, de la pintura y la escultura, disciplinas a las que dedicó artículos y algunas entrevistas realizadas por Martín Escobar (1886-1920); la mayoría de sus colaboradores eran jóvenes escritores y existía una mayor presencia de la fotografía, aunque también se incluyeron dibujos, los que estaban a cargo del dibujante de origen español Cristóbal Fernández.

Pluma y Lápiz (1912) otorgó un espacio importante a la crítica en sus páginas, la que se publicó en secciones más o menos fijas o como artículos sueltos. Las dos secciones habituales que hubo en este ámbito fueron "Al margen de los libros" de Armando Donoso Novoa (1886-1946), en la cual el intelectual dio cuenta de la producción de escritores contemporáneos nacionales y extranjeros, y "De teatros", en cuyas páginas Nathanael Yáñez Silva (1884-1965) expresó su opinión acerca de las obras dramáticas presentadas en Chile por compañías españolas.

La literatura no solo se difundió en Pluma y Lápiz a partir de la crítica, sino que también se publicaron textos, principalmente, de escritores nacionales, entre quienes se hallan Manuel Magallanes Moure (1878-1924), Mariano Latorre (1886-1955), Januario Espinosa (1879-1946), Antonio Bórquez Solar (1872-1938), Eduardo Barrios (1884-1963) y Alone (1891-1984). Los escritores que participaban de la redacción también publicaron sus creaciones literarias en la revista. Un caso especial fue el de Daniel de la Vega (1892-1971), quien, además de presentar sus poemas y un cuento en el medio, tuvo varios roles, ya que se desempeñó como secretario de redacción y realizó trabajos de gestión para que la revista pudiera publicarse cada semana.

Pluma y Lápiz también tuvo otras secciones frecuentes como fue el caso de "Vida del puerto", espacio en el que el escritor Ernesto Montenegro Nieto (1885-1967) -conocido por su trabajo de recopilación de la poesía de Carlos Pezoa Véliz (1879-1908) que dio como producto el libro Alma chilena (1912)- publicaba crónicas que enviaba desde Valparaíso. En ellas, presentó su perspectiva de distintas escenas de la ciudad portuaria, a partir de las cuales ofrecía sus pensamientos e impresiones, los que en mayor medida daban cuenta del carácter cosmopolita y en proceso de modernización de la ciudad.

A partir del cuarto número se comenzó a publicar otra sección regular llamada "Porte franco", en la que se daba respuesta breve a quienes deseaban colaborar en el medio, principalmente, a los escritores. La mayoría de los textos eran de rechazo cordial a tal colaboración y un llamado a trabajar en algún aspecto para evaluar una posible publicación posterior.

Pluma y Lápiz fue bien recibida por el público. Según comentó Santiván en sus memorias, "de los cinco mil ejemplares impresos, a las cinco de la tarde no quedaba ni uno solo". No obstante, los números eran vendidos a un precio que no alcanzaba para asegurar su continuidad y los redactores tampoco pudieron encontrar un agente de avisos publicitarios que les permitiera seguir con la publicación. Posteriormente, a Santiván le ofrecieron un puesto en un periódico de Antofagasta, por lo que, con la pronta despedida del director, sumados los problemas económicos, la revista se interrumpió, siendo publicado su último número el 13 de septiembre de 1912 (Santiván, Fernando. Confesiones de Santiván: Recuerdos Literarios. Valdivia: Ediciones Universidad Austral de Chile, 2016).