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Carrera diplomática

Pablo Neruda, como otros artistas y escritores chilenos de las primeras décadas del siglo XX, estuvo convencido de la necesidad de cruzar el Atlántico y conocer Europa. Viaje y estadía que difícilmente se podía costear autónomamente debido a sus elevados costos para la época. La alternativa más accesible era conseguir un pasaporte diplomático abocándose Neruda por largos dos años en cumplir tal objetivo. Fue por finen 1927 cuando vio realizado su íntimo deseo al ser designado cónsul en Rangoon, Birmania. Aún cuando el destino era tan desconocido como lejano, se ilusionó enormemente.

Su viaje con destino al Oriente inició el 14 de junio de 1927. En Oriente Neruda experimentaría por primera vez "la soledad de un forastero trasplantado a un mundo violento y extraño". La pesadumbre y el vacío sufrido en su primer año en Rangoon, continuó luego en Colombo (Ceylán), donde fue trasladado en 1928. Parte de la escritura de su libro Residencia en la tierra fue desarrollada en Oriente, trasluciendo la angustia vivida por el poeta en dicha época. En 1930 fue nombrado cónsul en Batavia, Java. Allí, conoció a María Antonieta Hageenar, con la que sorpresivamente contrajo matrimonio el 6 de diciembre.

Regresó a Chile en 1932, tras un largo viaje de dos meses. De inmediato, Neruda se reincorporó a la escena literaria. Un nuevo cargo consular se le asignó en 1933: Buenos Aires. En la ciudad trasandina conoció a Federico García Lorca, quien estaba de gira por Argentina. En 1934 emprendió viaje hacia Europa para asumir como cónsul en Barcelona. Al año siguiente, fue aprobado su traslado a Madrid. Su residencia en España fue especialmente significativa para la evolución de su poesía, no sólo porque compartió con la Generación de 1927, sino porque fue partícipe de un momento clave de renovación literaria y de florecimiento de la poesía española. "No es Neruda el que influye en España, sino España en Neruda", señala Volodia Teitelboim en su libro Neruda (2003). La Guerra Civil Española que estalló en 1936, lo obligó a tomar partido. Su clara posición política antifascista provocó que el gobierno chileno lo destituyera de su cargo. Regresó a Chile a fines de 1937, trayendo consigo una nueva obra, España en el corazón, en la que expresó su condena a la guerra. En 1939, se instaló en París con el cargo de cónsul para la inmigración española. Desde allí realizó las gestiones a favor de los refugiados españoles.

De vuelta en el país, recibió una nueva designación en el consulado de México. Estuvo por tres años, período en el que combinó la actividad literaria con una notable labor consular. Los años siguientes los dedicó a la política, compromiso que le costó un exilio por cuatro años durante el gobierno de Gabriel González Videla. Su último período en el Servicio Exterior de Chile, en calidad de embajador fue en París, desde marzo de 1971 hasta fines de 1972, momento en el que presenta su renuncia como embajador. Fue precisamente en su calidad de embajador en París cuando en 1971 obtuvo el Premio Nobel de Literatura.