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Distintas miradas a las fiestas de fin de año en Chile

Despidiendo el 2014, queremos proponer a nuestros lectores un recorrido por las distintas colecciones de la Biblioteca Nacional a través de un selección -de poemas, libros, novelas, cartas y revistas- que recoge reflexiones sobre estas fechas de distintas épocas en nuestro país.

23 de diciembre de 2014

La Noche Buena en La Cañada, Santiago

"La Noche Buena en La Cañada", ilustración de Recaredo Santos Tornero parte de "Chile ilustrado, guía descriptiva del territorio de Chile", 1872.

Colección Biblioteca Nacional de Chile.

"¿Tendremos el valor de reunirnos esta noche?" Con esta interrogante se inicia el poema de Enrique Lihn (1929-1988) "Navidad", incluido en La pieza oscura (1963), y que entrega una mirada más bien nostálgica a esta festividad. Fecha que siempre llama a la reflexión, no es de extrañar que la de Lihn sea una percepción compartida por otros poetas, cronistas y escritores de la época.

Así ocurre al revisar distintos diarios del escritor Alfonso Calderón (1930-2009), destacando entre ellos Máscaras sobre máscaras: (diarios, 1991-1992), cuya lectura recomienda el Jefe del Archivo de Referencias Críticas de la Biblioteca Nacional, Tomás Harris: "Navidad. Lo de tantas veces, muy a lo Quevedo, pañal y mortaja se reconocen en el pesebre, cuando el niño da el primer vagido. Y si un guía se pierde en el camino, ¿qué? Atada del hilo, nuestra vida es un decir y a veces un interior, que se ha quedado a oscuras. Dan ganas, en la noche, de gritar: "iAy, madre!", pero ya no es posible. Sabemos que ella dio ciento por una y ya se eternizó".

Mirar lo escrito en fechas pasadas es también parte de los ritos que Calderón cumple sagradamente cada 31 de diciembre: "la perversidad genérica del último día del año. El límite. La puerta invisible. Los ojos vueltos hacia adentro (…) El viejo vicio borgoñón de abrir cofres y de tomar de allí los objetos del pasado, esos días del año que el "Diario" registra en su inmovilidad".

Volviendo a la poesía, Pedro Pablo Zegers, Jefe del Archivo del Escritor de la Biblioteca nos invita a leer, por ejemplo, "Noel indio" de Gabriela Mistral (1889-1957), que enfoca su mensaje en la figura "del Papá Noel Indoamericano". Este poema, que se puede leer junto a muchos otros documentos de Mistral en la Biblioteca Nacional Digital, es reflejo de la sensibilidad con que la ganadora del Premio Nobel describe la Navidad desde la mirada del pobre: "Madre sin aguinaldo / ni grande ni menudo"; para luego continuar con una alegoría al niño Jesús: "soñando a media noche / doy mi niño desnudo".

Pascua chilena

Revista En viaje / Empresa de los Ferrocarriles del Estado. Santiago: La Empresa, 1933-1973. v., n° 357-362, (jul.-dic. 1963)

Colección Biblioteca Nacional de Chile.

Pascua chilena

Puestos de fruta, fondas y ramadas, así como pies de cueca en las veredas, eran parte del panorama que se podía apreciar a fines de cada año en las calles del Santiago del siglo XIX. Sobre las celebraciones de Navidad, por ejemplo, escribía el intelectual Domingo Amunátegui Solar (1860-1946): "es imposible imaginar una fiesta más exclusivamente chilena que la que presenciamos todos los años con este motivo en la Alameda de Santiago".

En sintonía con lo anterior, Carolina Tapia, jefa del Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares nos recomienda la obra de 2007, ¡Vamos remoliendo mi alma! La vida festiva popular en Santiago de Chile 1870 a 1910, de Maximiliano Salinas. En ella se relata que, con motivo de la Nochebuena, los jóvenes de la época podían expresar "libremente" sus sentimientos amorosos, como bien ilustra este verso popular: "Viva la Pascua señores / y también la Nochebuena / vivan las niñas morenas / gozando de sus amores".

Por otra parte, el artículo Lances de noche buena, de Moisés Vargas (1843-1898), nos sitúa en la noche del 24 de diciembre de 1858 y describe los colores de la Pascua nacional: "nuestras elegantes ostentan flamantes trajes de hermosos colores de verano; del día en que las huasas y gentes de los pueblecillos circunvecinos se atavían con telas en que campean el amarillo, lacre, verde (…) no se extrañará, pues, que muchos se impongan, como un deber, el pasar la Pascua alegres y divertidos".

Lo peculiar de estas festividades en el país es también rescatado en el prólogo de Luciérnaga, versos de poetas chilenos seleccionados para los niños, de Oresthe Plath (1907-1996), en que también se destaca el veraniego panorama que el país presenta durante estos festejos, contrastándolo con la realidad de otras latitudes: "Nuestra Navidad por ejemplo, con los árboles cargados de frutos, con las plantas florecidas, con la plenitud de los colores vegetales, llena de calor, de sol y de flores, no es la que nuestros niños leen y cantan".

Bastantes son los artículos publicados en la revista En viaje (1933-1973) en que Plath recoge las tradiciones populares. En la conclusión de la serie de artículos Geografía religiosa de Chile, por ejemplo, da cuenta de la masividad de las celebraciones religiosas como el Corpus Christi, la Novena del Niño y la Misa del Gallo en Malloco y Pomaire. En esta última localidad, además se instalaba un gran pesebre, hecho por las "grederas", y se cantaban villancicos durante toda la Nochebuena.

Este espíritu permea también las festividades citadinas, como bien lo describe nuevamente Calderón en Cuando Chile cumplió cien años: "Entre la Pascua y el Año Nuevo de 1910, lo de siempre: optimismo y nobleza, en los sentimientos y en la razón. ¡A desear la felicidad de todos!".

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