"Pero una antología, aunque se realice con amor y objetividad, lleva el sello de los gustos personales, y es muy posible que los relatos preferidos por mí no lo sean para el desconocido y 'desocupado lector'".

Hernán Poblete Varas. Cuentos de cabecera: una antología colectiva.

Una antología de cuentos es un muestrario de lo mejor o lo más representativo de la producción narrativa de un período determinado, desde el punto de vista del antologador. El acto de seleccionar, al destacar y valorizar los cuentos elegidos, induce un proceso de canonización, por medio del cual se convierten en obras paradigmáticas dentro del género y el contexto en el cual se inscriben.

Independientemente del carácter objetivo o subjetivo de la elección, es posible distinguir dos tipos de antologías, según la perspectiva adoptada por el antologador: algunas realizan una selección sincrónica, es decir, representan la producción cuentística de una época en particular, asociándola por lo general a una generación de escritores; otras, en cambio, de carácter diacrónico, intentan trazar un recorrido "cronológico" por los grandes cuentos o cuentistas del siglo Raúl Silva Castro. (Los cuentistas chilenos: antología general desde los orígenes hasta nuestros días, p. 9). En cualquier caso, el proceso de selección supone siempre una cuota de arbitrariedad, dada por el macrorrelato que todo antologador intenta construir a partir de los cuentos escogidos.

Raúl Silva Castro sostiene que la primera antología dedicada al cuento fue Cuentos de Autores Chilenos Contemporáneos, publicada en 1917. Hasta fines de los años cuarenta, las selecciones podían responder tanto al parámetro generacional como al de la calidad del relato; es decir, aunaban dos criterios que, posteriormente, tenderán a seguir caminos propios. En este grupo se incluyen las antologías Catorce cuentos chilenos, de Luis Enrique Délano; Antología del verdadero cuento en Chile, de Miguel Serrano; Antología de cuentistas chilenos, de Mariano Latorre; Nuevos cuentistas chilenos, de Nicomedes Guzmán; y El cuento chileno, de Luis Durand. Todas ellas tienen en común la voluntad de reflejar los inicios del género en Chile y fijar los nombres fundacionales de la tradición cuentística nacional.

Fue Enrique Lafourcade quien -marcando distancia con las antologías anteriores- aplicó el criterio generacional de manera sistemática, en dos antologías polémicas. En el intertanto apareció Antología del cuento chileno moderno, 1938-1958 de María Flora Yánez. En los años sesenta Alfonso Calderón presentó El cuento chileno actual: 1950-1967. Por su parte, Ramón Díaz Eterovic y Diego Muñoz Valenzuela, abordan la producción cuentística de los autores que rondan la generación de 1980 y que desarrollan su escritura en plena dictadura militar.

De las antologías que intentan abarcar, de manera general, la producción cuentística de todo el siglo, destacan: dos antologías de cuentistas chilenos de Raúl Silva Castro; 28 cuentistas chilenos del siglo XX, de Antonio de Undurraga; Antología del cuento chileno, realizada y publicada por el Instituto de Literatura Chilena; Cuentos de cabecera: una antología colectiva, a cargo de Hernán Poblete Varas; Antología del cuento chileno de Alfonso Calderón; Antología de cuentos chilenos, compilados de Nicomedes Guzmán; y Grandes cuentos chilenos del siglo XX, de Camilo Marks.