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Liceos

Los liceos dieron vida a la red de educación secundaria fiscal inaugurada en 1813 con la creación del Instituto Nacional en la ciudad de Santiago. Bajo este modelo inicial, matriz del sistema secundario, en los principales centros urbanos nacieron los establecimientos que debían educar a las elites masculinas de provincia. Impulsados por el Estado y por las comunidades locales, en una primera etapa estuvieron regidos prioritariamente por el sentido de la virtud republicana, aquella que privilegiaba el bien público por sobre el privado.

Todos los liceos que se fundaron durante el siglo XIX siguieron el modelo de organización, métodos y contenidos del Instituto Nacional, constituyendo una red nacional tanto en la dimensión territorial como en la pedagógica. Los establecimientos debían seguir un mismo plan de estudios, usar los mismos textos e incluso tener reglamentos similares. Mediante este modelo, los liceos configuraron un sistema centralizado: uniforme, urbano, elitista y conducente a la educación superior. Si bien "los hijos del liceo" en esa época constituyeron un grupo restringido, su influencia cultural y política fue relevante. A fines del siglo y debido a la presión de las familias y de las comunidades locales se fueron abriendo a la educación femenina.

Desde las últimas décadas del siglo XIX, el Estado diseñó una política nacional de construcción de establecimientos escolares urbanos para responder al aumento de la demanda y a las nuevas necesidades en torno a la infraestructura de la educación. Aunque limitada en su implementación, esta política tuvo un enorme impacto simbólico y cultural. Por primera vez en Chile se construyeron edificios especialmente acondicionados para la educación secundaria, algunos de los cuales sobreviven hoy. Junto a las escuelas superiores, los llamados "institutos literarios" fueron levantados en el centro de las capitales departamentales o provinciales, habitualmente junto a la Plaza de Armas. Fueron, además, los inmuebles mejor dotados del sistema público ya que contaban con salas de estudio, biblioteca, gabinetes, servicio higiénicos, patios, casa para el rector, entre otros. El mobiliario escolar se adquiría en Europa, y desde entonces los liceos contaron con mapas, láminas de estudio de diversas materias, globos terráqueos, pizarras e instrumentos científicos, muchos de los cuales hoy se conservan en diversos museos escolares

El paso por el liceo constituía una experiencia vital a medida que se masificaba la educación secundaria durante el siglo XX. Esta era especialmente significativa en aquellos que dejaban sus casas y vivían en sus recintos. En cierto modo, las incertidumbres que despertaba el final de año escolar para parte de aquellos estudiantes, hombres y mujeres, fueron descritas por "Un Alumno" en la edición de la revista Eco Liceano que conmemoraba en 1971 los 150 años de vida del Liceo de Hombres de La Serena. Si bien el uso de un seudónimo ocultaba su identidad personal, también implicaba un modo de identificarse con una experiencia que su escritor asumía compartida:

"Felicidad y tristeza se sentía al dejar el Internado. Rostros alegres en unos, tristes en otros. ¿Sería tal vez que se habían quedado repitiendo? Volverían o no el próximo año. ¿Sería que recién al final del año se daban cuenta que en realidad el Internado fue o ya no sería su hogar? Bromas, castigos, suspensiones, fiestas y tantas otras cosas que serían recordadas individual y colectivamente?" (Un Alumno, "Sin título", Eco Liceano, N° Especial Sesquicentenario, La Serena, 7 de abril de 1971, 20).