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Legado fotográfico de Carlos Dorlhiac

La afición de Carlos Dorlhiac por la fotografía comenzó a partir de 1910. Autodidacta, se documentó y aprendió sobre sus procesos técnicos a partir del estudio de revistas francesas, libros y los catálogos de los equipos que compraba.

Para Dorlhiac, la actividad fotográfica fue una herramienta de estudio auxiliar en su trabajo como dibujante. Es decir, sus fotografías eran una fuente de referencia para la realización de sus dibujos.

Métodos de representación como este, en los que se involucraba la técnica fotográfica, a pesar de la controversia que generaron durante fines del siglo XIX y gran parte del XX, fueron utilizados en Sudamérica ya por José Gil de Castro (1785 - 1841) o Juan Mauricio Rugendas (1902-1858) y, en Chile, por pintores como Pedro Lira (1845-1912) o Juan Francisco González (1853-1933).

La fotografía, en términos amplios, tuvo desde los inicios del arte chileno un rol de "fuente documental y ayuda composicional" (Valle, Juan Carlos. Carlos Dorlhiac: la lente y la pluma. Santiago: Hilo Azul, 2010, p. 65), siendo "el cuadriculado de la foto, la grilla en la tela y la proyección al formato definitivo" o la proyección a través de linterna de placas de vidrio, los sistemas de transferencia más comunes (p. 66).

Carlos Dorlhiac, consciente de estos usos, utilizó la fotografía como una herramienta más en el proceso de realización de sus dibujos. Realizó, en este sentido, series de retratos a mujeres, hombres y niños en primer plano, también fotografió situaciones sociales (ferias, comidas, campesinos y otros trabajadores).

A pesar de que nunca se consideró más que un fotógrafo aficionado, su legado fotográfico -compuesto por placas negativas de vidrio, negativos en película y positivos de contacto que suman 7.362 objetos- es una fuente fundamental para analizar desde perspectivas estéticas, históricas o antropológicas la vida cotidiana y los rostros de trabajadores y familias de la zona centro sur de Chile durante la primera mitad del siglo XX.