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entre sirvientes y amos

Durante la colonia, los vínculos entre los distintos estamentos estuvieron marcados por la verticalidad bajo una lógica de dominio. Estuvieron encabezados por un padre español o criollo, que debía ser obedecido por su entorno familiar y por la servidumbre. El padre de la familia aristocrática no sólo demostraba su poder mediante el ejercicio de los diversos cargos públicos o del establecimiento de relaciones comerciales sino que también ejerciendo el poder sobre otros, inclusive con el uso de la violencia.En este vínculo, el señor aristocrático proveía protección, alimento y techo a las personas que no podían proveérselo. A cambio el sirviente debía obediencia y subordinación.

Las relaciones de servidumbre eran validadas por el discurso político del siglo XVIII, donde se indicaba que los individuos sin bienes propios debían asentarse y servir a otro para poder sobrevivir. El estatus de los sirvientes, en la época colonial, se obtenía mediante los servicios que podían ofrecer a sus amos, los cuales les permitían escalar en la estratificación interna de la servidumbre. De cocinera se podía pasar a mucama, doncella y de ahí a ama de llaves.

Las casas aristocráticas eran el espacio en que se manifestaba el vínculo, pues representaba la protección pactada. El hogar aristocrático era el lugar de residencia, centro de la economía familiar; al mismo tiempo que el espacio de los afectos, y conflictos entre quienes vivían en ella. Las casas de las familias de élite ocupaban una manzana completa y se caracterizaban por ser amplias y contar con varias habitaciones -podrían alcanzar hasta veinte-, en las que se distribuían los diversos miembros de la familia. Contaban con un solo piso y su acceso era custodiado por un portero. Los materiales utilizados para la construcción fueron adobe y piedra, se pintaban con cal y el techo era de tejas de arcilla. Sus bases se encontraban construidas a partir de tres patios centrales, desde los cuales se organizaba el quehacer de la casa y se distribuía el trabajo de la servidumbre en las distintas dependencias del hogar.

La fidelidad era la forma en que el sirviente manifestaba su agradecimiento por la protección. Así el sirviente además de obedecerle, no podía hablarle sin su autorización ni mirarlo directamente a los ojos y siempre debía caminar detrás de él.Si bien compartían en el día a día, la sociabilidad entre amos y sirvientes era distante, salvo casos excepcionales. Una escena tradicional de la época era los hombres y mujeres dueños de casa en tertulias y divirtiéndose, mientras la servidumbre debían cuidar las brasas, repartir bebidas y comida, limpiar y preparar las habitaciones, además de vestir y peinar a los dueños de casa.