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Discurso médico sobre la vacuna

El cuerpo de médicos fue uno de los principales defensores de la vacunación obligatoria como método para prevenir la viruela. El discurso médico se fundamentó en los principios de la ciencia y del higienismo reflejándose en los estudios, presentaciones y debates que los médicos chilenos lideraron a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.

El programa de propagación de la vacuna propuesto por los médicos se centró en la prevención de la enfermedad y no en su cura, lo que "representó el primer intento por implementar un programa médico destinado a mejorar la salud de la población" (Caffarena, Paula. "Salud pública, vacuna y prevención. La difusión de la vacuna antivariólica en Chile, 1805-1830". Historia N°49, vol. II). De acuerdo a la historiadora Paula Caffarena, la historia de la vacuna contra la viruela da cuenta del proceso de [I!:saludpublicamedicina medicalización en Chile], de la intervención estatal en la práctica médica y del desarrollo de la noción de salud pública en el país, pues las autoridades hicieron esfuerzos por centralizar y coordinar medidas para detener el avance de esta enfermedad (Cf. Viruela y vacuna. Difusión y circulación de una práctica médica. Chile en el contexto hispanoaméricano 1780-1830, p. 215).

Uno de los argumentos defendidos por este gremio fue el carácter científico de la vacuna. Médicos como Adolfo Murillo y Guillermo Blest (1800-1884) ampararon su efectividad y aseguraron que este método había sido probado mediante experimentos y estudios científicos. El doctor Carlos Ibar, en una conferencia dada en la Asociación de Educación Nacional en 1909, afirmó que, según las estadísticas, los resultados de la vacuna eran "irrefutables" (Vacuna i Viruela, p. 18). Asimismo, en 1882 Manuel Arriarán (1845-1907) felicitó a José Manuel Balmaceda por su discurso sobre la vacuna y le señaló: "se manifestó ud. no solo como hombre de gobierno sino también como hombre de ciencia".

Para los médicos chilenos, la vacunación no era la única responsable de darle fin a la epidemia. Atribuyeron la fuerte mortalidad también a las malas condiciones higiénicas presentadas en la mayor parte de las ciudades, especialmente en los sectores populares. Por ello, para prevenir el contagio de viruela y frenar el avance de la enfermedad, consideraron necesario cambiar la higiene pública y crear servicios destinados a su cuidado.

Uno de los destacados médicos higienistas fue el doctor Ramón Allende (1845-1884), quien recomendó medidas de higiene para quienes habitaban cerca de focos infecciosos de viruela, tales como realizar ejercicio moderado y mantener una alimentación sana. Estas medidas fueron dirigidas principalmente a las clases populares, ya que "las clases acomodadas que tienen mas nociones de hijiéne o del modo de conservar la salud, i que no sufren necesidad, son lo mas respetados en casos análogos. El pobre debe, pues, suplir su falta de comodidad, i de recursos sabiendo cumplir las enseñanzas de la hijiéne" (La viruela: la vacuna: apuntes, p. 18).