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Mitotopónimos

Se denomina mitotopónimos a aquellos nombres de lugares que hacen referencia a leyendas, mitos o entidades mitológicas. Concebidos como topónimos de naturaleza cultural, según cómo se los interprete, pueden ser clasificados como una clase especial de hierotopónimos (topónimos que refieren a divinidades y creencias en general) o como topónimos de origen autóctono, como en el caso de "Mamiña", donde destaca el componente aymara, o el topónimo que integra elementos castellanos y mapuche "Lago Budi".

En términos generales, los mitotopónimos articulan un nombre propio con la cosmovisión o los saberes de una comunidad específica y pueden ser comprendidos como la cristalización de las interpretaciones, leyendas o mitos que las propias comunidades construyen de una determinada localidad.

Por ejemplo, el caso de "Laguna del Inca" -depósito de agua ubicado en las faldas del volcán Aconcagua en la Región de Valparaíso- refiere a la leyenda del príncipe inca Illi Yupanqui y la princesa Kora-Lle, quienes, en señal de amor, celebraron su unión en la cumbre del volcán Aconcagua. Al finalizar la ceremonia la princesa Kora-Lle bajó dificultosamente por la ladera del volcán, debido al vestido y adornos que llevaba. En su esfuerzo por descender, la princesa cayó al vacío ante la mirada atónita de su esposo, quién decidió darle sepultura en el fondo de la laguna. En ese momento, el agua comenzó a cambiar de color por el de los ojos de la princesa Kora-Lle. Desde entonces la tradición señala que por las noches de luna llena se pueden escuchar los lamentos del príncipe inca, motivo por el cual se denomina a este lugar "Laguna de Inca" (Muñoz Parada, Paula. "Origen de la Laguna del Inca" [manuscrito]. Chile: [s.n.], 1998).

El caso de "San Vicente de Tagua-Tagua", localidad ubicada en la Región del Libertador General Bernardo O'Higgins, refiere a elementos de la tradición cristiana. Según la leyenda, Dios habría encomendado al ángel San Vicente el resguardo del lugar. El diablo, en su lucha contra el bien, intentó convencer al ángel de desviar los cursos del agua para que el lugar se secara, apelando para ello a la vanidad de San Vicente. Dios, al enterarse de los actos del ángel custodio, decidió castigarlo a llorar durante toda la eternidad, haciendo que sus lágrimas alimentaran los ríos que dan vida al valle. A partir de esta leyenda, se nombró a la localidad "San Vicente de Agua-Agua", nombre que con el tiempo derivó en "Tagua-Tagua" (González Solís, Ronnie Edgardo. "San Vicente de Agua Agua" [manuscrito]. San Vicente de Tagua-Tagua, Región del Libertador General Bernardo O'Higgins: [s.n.], 1993).

"Lago Budi" proviene del mapudungun que significa "agua salada". Según la tradición popular el nombre del lago -ubicado en la comuna de Puerto Saavedra en la Región de la Araucanía- refiere a la historia de Sayén, hija única de un cacique mapuche, quien le pidió a su padre conocer el mar. Al llegar a sus orillas la niña fue atrapada por un torbellino. El cacique esperó algunos días a que el mar le devolviese su hija, pero no sucedió. Con honda tristeza, volvió a su comunidad llorando, mientras el mar iba formando un pequeño cauce tras él. Al llegar a la aldea, sumamente cansado, el cacique se durmió en una piedra. En sueños, vio una isla en medio de un lago salado que pudo observar al despertar. A cambio de su hija el mar le obsequio un lago repleto de fauna para su comunidad, al cual llamaron Budi (Castillo, Beverly. "La Historia del Budi, Beverly". Antología 2014: concurso "Historias de Nuestra Tierra", 22 años. Santiago de Chile: FUCOA, 2015, p. 201).