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El terremoto del Señor de Mayo (1905)

En 1894, aparecieron un conjunto de artículos históricos de Daniel Riquelme en La Libertad Electoral (1886-1901). Escritos a petición "de la Dirección" del periódico, "la que se empeñaba en vulgarizar el conocimiento de los sucesos notables de nuestra historia. En bien de los que, deseando instruirse en ellos, no tienen tiempo ni facilidades para leer grandes obras", estos artículos tuvieron como temática el terremoto del 13 de mayo de 1647 (Conchalí, Inocencio. "Nota a pie de página 1". El terremoto del Señor de mayo. Santiago: Imprenta Cervantes, 1905, p. 7).

En 1905, el autor reunió estos artículos en el libro El terremoto del Señor de Mayo -con escasas modificaciones según indicó en el mismo texto- bajo el seudónimo de Inocencio Conchalí, nombre que utilizó frecuentemente en La Libertad Electoral (1886-1901) para publicar sus artículos.

El terremoto del 13 de mayo de 1647 afectó a la zona central del país y echó abajo casi todas las edificaciones del Santiago colonial, produciendo más de mil muertos (Palacios Roa. "El 'terremoto magno' del 13 de mayo de 1647". Historia ilustrada de los Megaterremotos ocurridos en Chile entre 1647 y 1906. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2016, p. 42). Fue tal la destrucción de este movimiento telúrico que, en 1649, la capital fue eximida de pagar los tributos impuestos por la corona española por seis años con el propósito de mitigar los gastos y hacer más rápida su reconstrucción (Barros Arana, Diego. "Capítulo XII". Historia de Chile. Tomo IV. Santiago: Rafael Jover editor, 1885, p. 441-442).

El texto de Riquelme se organiza en seis capítulos. Los primeros tres se ocupan de otorgarle contexto a los sucesos ocurridos tras el terremoto. Comienza con una biografía del obispo Gaspar de Villarroel (1587-1665), quien, además de haber sido uno de los sobrevivientes de la catástrofe y de haber tenido un rol relevante -de acuerdo a Riquelme- en la reconstrucción de Santiago por medio de su ayuda económica y religiosa, escribió el testimonio histórico Relación del terremoto que asoló a la ciudad de Santiago de Chile, texto que sirvió como una de las fuentes en la tarea de divulgación de Riquelme.

El segundo capítulo presenta una descripción de la ciudad de Santiago, de sus habitantes y su funcionamiento hacia 1640, para lo cual se basó en la Histórica Relación del Reino de Chile (1646) del jesuita Alonso de Ovalle (1601-1651), a quien le dedicó como homenaje el tercer capítulo de El terremoto del Señor de Mayo.

Los últimos tres apartados del libro atienden los sucesos del terremoto en un tono trágico, similar a la narración de El Incendio de la Iglesia de la Compañía: el 8 de diciembre de 1863, texto que publicó unos años antes, en 1893.

El relato histórico de Riquelme da cuenta del miedo generalizado de la población por la gran cantidad de muertos y heridos que produjo el terremoto, la destrucción de los edificios, los problemas asociados a la escasez de alimentos y agua, las réplicas y el temor de los colonos españoles frente al "rumor de que los negros y los indios, 'enemigos domésticos de la ciudad', maquinaban en las tinieblas un degüello general que no dejara ni recuerdos del nombre español en Chile" (Conchalí, p. 87-88).

Como contrapunto de este contexto trágico, en el último capítulo de su libro, Riquelme se refirió al Cristo de la Agonía, hecho considerado como milagroso por los habitantes de Santiago. Luego del terremoto, a pesar de la destrucción general, el obispo Villarroel halló casi intacta, excepto por la corona de espinas que apareció en su cuello, la figura del Cristo instalada en la Iglesia de San Agustín. Para el autor, en comparación con todos los acontecimientos prodigiosos que el pueblo notó, "el héroe de las circunstancias, si es permitido expresarse así, era el Santo Cristo de la Agonía, llamado desde esa fecha el Señor de Mayo, el Señor del Terremoto" (Conchalí, p. 100).

Para Riquelme, la narración de esta catástrofe, así como otros "episodios notables" de la historia chilena que se ocupó de relatar a partir de fuentes destinadas a una elite letrada, cumplía con el propósito de mediar entre un "público proto-masivo y semi-letrado" y obras "difíciles de entender y también de acceder", no solo por su valor comercial, sino que también porque ocupaban "mucho tiempo y espacio en comparación a la brevedad de la hoja periódica" (Aguayo, Eduardo. "Entre historia y ficción: la retórica de la memoria en la prosa de Daniel Riquelme (1893-1911)". Revista Co-herencia. Volumen 11, número 21, p. 59-60).