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Andrés Bello y el romanticismo

La posición de Andrés Bello (1781-1865) ante el romanticismo fue un asunto que suscitó controversia en 1842. Posteriormente, la crítica que ha analizado la obra del intelectual tampoco ha llegado a un acuerdo sobre este punto.

Para Emir Rodríguez Monegal (1921-1985), la idea de que Andrés Bello fue un pensador que se manifestaba en contra de la influencia romántica en el ámbito literario es cuestionable. Según este investigador, parte de la crítica hispanoamericana ha clasificado a Bello como un poeta neoclásico, lo que implicaba que el autor tenía un "apego a la tradición retórica y poética grecolatina, aceptación ciega de las tres unidades dramáticas, una sumisión a la autoridad de la Academia Española de la Lengua, aversión y desprecio por el Romanticismo" (Rodríguez Monegal, Emir. "Andrés Bello y el romanticismo". Número. Número 23-24, 1953, p. 152).

Esta visión de Bello contrario al romanticismo se ha sostenido a partir de su participación en la controversia filológica de 1842, en la que defendió el estudio de los modelos lingüísticos castellanos frente a las visiones, catalogadas como románticas, que abogaban por la libertad en el uso de la lengua en el contexto americano poscolonial. Sin embargo, para Rodríguez Monegal, la posición de Andrés Bello -respecto del romanticismo como fenómeno amplio- era más bien ecléctica, idea que ha sustentado a partir del análisis de su obra crítica, poética y de sus traducciones.

En relación con su producción crítica, en El repertorio americano (1823) y en la Biblioteca americana (1826-1827) -dos publicaciones que dirigió mientras se encontraba en Londres-, se ha podido rastrear el conocimiento de Bello sobre escritores del romanticismo inglés como Lord Byron (1788-1824) y Walter Scott (1771-1832), aproximación que no "era seguramente, un conocimiento profundo ni implicaba una aceptación de toda la estética romántica. Pero demostraba una familiaridad sin sospecha de aversión, sin tinte polémico alguno" (Rodríguez Monegal, p. 156).

En Chile, Bello tradujo el artículo de Edward Lytton Bulwer (1803-1873) acerca de la obra de Byron y se aproximó al movimiento romántico francés por intermedio de su traducción, realizada en 1839, de la obra teatral Teresa de Alexandre Dumas (1802-1870), obra que luego se publicó como libro en 1846. Para Rodríguez Monegal, estos antecedentes marcaban una actitud que no ha sido considerada al momento de encasillarlo como defensor del neoclasicismo (p. 159).

Además de su labor en el ámbito de la traducción, también se ha visto un acercamiento de Bello al romanticismo en su obra poética, en específico en sus traducciones-imitaciones. Sobre este aspecto sí ha existido mayor acuerdo en la crítica. Para Ricardo Latcham (1903-1965), quien sigue la lectura de Edoardo Crema (1892-1974), "Olimpo" y "La oración por todos", dos poemas en los que Bello imita a Victor Hugo, representaban una sensibilidad en la que "Andrés Bello hallará el molde adaptado a sus imágenes y emociones, ya no deformado por su primitiva erudición clásica" ("Las ideas del movimiento literario de 1842". Atenea. Número 481-482, 2000, p. 134). Si bien dichos poemas de Bello dieron cuenta de su conocimiento de la obra del escritor francés, su escritura implicó un proceso creativo: "Su actividad traductora fue, en cierto modo, un camino para construir una nueva literatura, pues con frecuencia usó el modelo original solo como punto de partida para crear una nueva obra" (Valero, María Alejandra. "Andrés Bello y sus traducciones de Victor Hugo: un ejemplo ilustrativo del proceso de construcción de las nuevas literaturas americanas en el proceso de Independencia". Mutatis Mutandis: Revista Latinoamericana de traducción. Número 6, 2013, p. 43).