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La novela según Justo Arteaga Alemparte

Justo Arteaga Alemparte (1834-1882) fue un escritor y político chileno que participó de forma activa en varias publicaciones de la segunda mitad del siglo XIX. Junto con su hermano, Domingo (1835-1180), fue director y redactor principal de la revista La Semana (1859-1860) (Del Mar, Gabriel. "Periodistas de antaño". Selecta. Año 2, número 9, 1910).

Hacia fines de la década de 1850, Arteaga Alemparte tomó parte en el debate sobre la necesidad de desarrollo de una literatura local y también presentó su posición respecto a los modos de encauzar tal tarea en Chile, con atención especial al género de la novela.

En 1858, publicó el artículo "Tendencia literaria", en el que abordó la falta de producciones literarias que retrataran la sociedad chilena. Para el intelectual, esta situación era problemática, pues en su concepción, la literatura debía ser "el mágico espejo en que viene a reflejarse la sociedad de una época hasta en sus líneas más débiles", aspecto mediante el cual la literatura aportaba "estudio y perfecto conocimiento de la manera de ser de un pueblo". De este modo, la literatura funcionaba como complemento de la historia: la primera presentando la "vida íntima" de un pueblo y la segunda la "vida pública" de este (Arteaga Alemparte, Justo. "Tendencia literaria". El Correo Literario. Número 22, 1858, p. 256).

Arteaga Alemparte indicó dos razones principales que explicaban este estado de la literatura en el país: por un lado, la influencia de un pasado colonial que aún impactaba en las costumbres nacionales y, por otro, el influjo extranjero que las había permeado: "Quien observa con detencion lo que somos encuentra que vestimos según el último figurín importado de París, mientras pensamos y obramos como en los mejores tiempos de nuestro atraso, de nuestra oscuridad y nuestra ignorancia" (p. 257).

El problema de la ausencia de un retrato de la sociedad en la literatura era especialmente evidente en el caso de la novela. Si bien, para el autor, existían novelas de calidad escritas en Chile, no podían ser calificadas de "nacionales", pues "sus escenas pueden haber pasado también en Santiago como en París. Sus héroes son chilenos porque al autor se le antojó hacerlos nacer en Chile, y cuando más, porque hablan castellano" (p. 257). Por lo tanto, Arteaga Alemparte "aboga por una literatura que sea expresión de la sociedad chilena", pero expresión directa y no pasada por los ojos de escritores como "Sand, Sooulie, Sue, Dumas o Balzac. La inclinación a la observación y por las preferencias realistas va acompañada por un fuerte rechazo a la literatura del desengaño y del hastío amoroso", aspectos que evidenciaban una tendencia "anti-romántica" en la propuesta del autor (Subercaseaux, Bernardo. "Nacionalismo literario, realismo y novela en Chile (1850-1860)". Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Año 5, número 9, 1979, p. 27).

A pesar de presentar este estado de las cosas en su artículo de 1858, al año siguiente dio cuenta de una mirada más auspiciosa respecto del desarrollo de la novela en el país al referirse a las producciones que Alberto Blest Gana (1830-1920) publicó entre 1855 y 1859: Engaños y desengaños, El primer amor, La fascinación y Juan de Aria.

Si bien en este nuevo artículo retomó la idea de la influencia extranjera en las producciones que se escribían en Chile, esta vez, indicando que tal situación se debía al pensamiento extendido de que desde tierras nacionales "nada bueno podemos producir": "Basta una concepción haya nacido en nuestro suelo para que pierda todo prestigio, para que sea mirada de reojo y condenada sin apelacion. ¡Preocupación! A ella debemos la esterilidad en el pasado, el desaliento en el presente, las dudas en el porvenir". Este pensamiento, que consideraba generalizado en la sociedad chilena, hacía que los escritores tomaran los modelos de escritores extranjeros para la producción de novelas. Sin embargo, para Arteaga Alemparte, la creación novelística podía nacer en cualquier suelo y no era exclusiva del territorio europeo: "Para negar a la novela la entrada en una sociedad, es necesario empezar por negar el sentimiento, la pasión. Donde existen, la novela y el drama son posibles porque coexisten con ellos. ¿Por ventura no se siente, no se llora, no se ríe, se ama, se odia, se padece y goza en América como en Europa, en Santiago como en París? Bajo todas las latitudes el hombre es siempre la misma mezcla de bien y mal, de grandeza y pequeñez; es leal o traidor, derrochador o avaro, generoso o miserable, compasivo o cruel, ángel o demonio" ("Cuatro novelas de Alberto Blest Gana". La Semana. Número 14, 20 agosto 1859, p. 209).

El intelectual observó que las novelas de Blest Gana eran ejemplo de esta posibilidad creativa en el ámbito de la novela y capaces de plasmar a "la sociedad chilena" como expresaba en su primer artículo, pues en estas obras: "Todas las figuras que dibuja en sus cuadros no tienen un pie, ni una pulgada más que cualquiera de los vecinos de nuestra buena capital: cuanto les rodea es prosa. El mundo en que viven, los círculos que frecuentan son los mismos que frecuentas, tú lector, y yo: mundo insípido, círculos donde la vulgaridad está al orden del día, se juega malilla y cada uno se ocupa en martirizar a los demás. En una palabra, cada uno de esos cuadros es un daguerrotipo de nuestra sociedad, solo si iluminado con colores de un rico estilo. Y sin embargo, ¿quién se atrevería a negar que todo eso es interesante sin hacer un agravio al arte?" (Arteaga Alemparte, Justo. "Cuatro novelas de Alberto Blest Gana". La Semana. Número 14, 20 agosto 1859, p. 209-210).