Subir

Estudios literarios de Samuel Lillo

Literatura chilena y Ercilla y La Araucana fueron dos libros de estudios literarios publicados por Samuel Lillo. Ambos volúmenes son de carácter pedagógico y se escribieron a partir del trabajo como profesor que el autor ejerció en el Instituto Nacional, establecimiento al que se integró en 1918 y en el que ejerció la docencia por varios años (Araneda, Fidel. "Don Samuel A. Lillo y El Ateneo de Santiago". Atenea. Número 397, 1962, p. 155).

Literatura chilena fue publicado en 1918 y correspondió a una "modesta recopilación de los apuntes de la clase de Literatura Chilena dictada en el Instituto Nacional". En la "Advertencia", Samuel Lillo especificó que su libro era un "opúsculo escrito sin pretensiones de autor y sin refinamientos literarios, se ha hecho solo para que sirva de guía a los alumnos del 6° año de Humanidades que hasta ahora tenían que valerse de apuntes dictados en las clases". Justificó la "forma sumaria en que se tratan los autores y materias" a partir de que contaba con solo dos meses del año escolar para abordar el estudio de la literatura chilena y americana (Lillo, Samuel. Literatura chilena. Santiago: Impr. y Lit. Universo, 1918, p. 9).

Lillo organizó su obra considerando que la literatura chilena podría dividirse en tres periodos: el primero consideraba los textos escritos durante la Conquista y la Colonia hasta 1810; el segundo desde 1810 hasta 1842 y que denominó como "Independencia"; la tercera etapa, la producción escrita desde 1842 hasta el momento de publicación de Literatura chilena. En este recorrido, el autor se detuvo en escritores y obras particulares que situó temporalmente y además incluyó fragmentos de tales textos (Lillo, p. 11).

En relación con la recepción del volumen, en la revista Juventud (1911-1951) se comentó que, si bien Lillo "modestamente lo ha dedicado a texto de enseñanza", la obra "se merece mucho más. Hay en él apreciaciones de valor y estudia el aspecto de nuestra literatura, con toda la honradez de su espíritu imparcial". Se destacó, además, que el texto hiciera referencia a autores chilenos y que, de esta forma, "profesores de literatura castellana, que conocen muy bien a Cervantes o a Juan Ruiz, o a Sem Tob, y que desconocen o fingen desconocer lo que sucede en su tierra desde hace algunos años a esta parte, aprenderán algunos nombres interesantes" (Federación de Estudiantes de Chile. "De la redacción". Juventud. Año 1. Número 2, septiembre-octubre de 1918, p. 105).

Posteriormente, el libro tuvo varias ediciones aumentadas durante la primera mitad del siglo XX. La tercera (1924) y la quinta (1930) "fueron muy duramente vapuleadas", especialmente esta última, que recibió "una verdadera descarga de críticas cual de todas más duras y apasionadas: Alone, Ricardo A. Latcham, Raúl Silva Castro y Manuel Vega las emprendieron contra el autor en tono áspero e irónico" (Araneda, p. 155).

Un aspecto que se criticó fue la selección de los autores presentados por considerarse que no había un criterio claro para la inclusión de uno u otro. Alone (1891-1984) comentaba en su "Crónica Literaria" de La Nación que en Literatura chilena "apenas encontramos un acierto individual en sus bosquejos biográficos y si, como hay que hacerlo, se confrontan unos con otros todo el edificio se viene al suelo estrepitosamente. ¿Como aceptar que don Carlos Forter y don Santiago Marín Vicuña se reúnan con Vicente Huidobro y Gabriela Mistral? ¿Y las hormigas superiores a los elefantes? ¿Y el microbio encaramado sobre la montaña? No" ("Crónica Literaria". La Nación. 20 abril 1930, p. 6). En línea con esta crítica, también se cuestionó la ausencia de contextualización: "Tampoco don Samuel relaciona las tendencias ni sigue el camino de las evoluciones; no contempla la correspondencia que puede haber entre la obra de una generación con el medio ambiente, ni con las características raciales. Nada de eso. Suelta juicios a diestra y siniestra, agrupando a unos y a otros en informe montón: Ruperto Tapia Caballero y Vicente Huidobro, Samuel Fernández Montalva y Tomás Lago, Berta Lastarria Cavero y Juan Guzmán Cruchaga". Por último, se criticó que se incluyeran tantos autores y que aun así faltaran "escritores de obra positiva" como Pablo de Rokha (1894-1968), Rosamel del Valle (1901-1965), Raúl Silva Castro (1903-1970), Alejandro Baeza (1891-1959), Alberto Rojas Jiménez (1900-1934), Hernán del Solar (1901-1985), Jacobo Danke (1903-1963) y Luis Enrique Délano (1907-1985) (Reyes, Salvador. Letras. Número 19, abril 1930, p. 13-14).

Ercilla y La Araucana fue publicado en 1928, un "libro manual", en palabras de Lillo, dirigido a "los estudiantes, a los educadores y a los obreros, y en general a todas las personas que tengan el espíritu abierto a los ideales de la patria y de la raza". La obra presentó una biografía de Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594), para la cual siguió el estudio publicado por José Toribio Medina (1852-1930) en 1917 y también presentó una "prolija exégesis del poema y finalmente da una lista de los nombres propios de la Araucana con su etimología a fin de probar que no fueron inventados por Ercilla" (Araneda, p. 158).

Para Lillo, La Araucana "no solo sirve de lazo de unión entre los chilenos y la Madre Patria, recordando la empresa gigantesca de los conquistadores, que trajeron junto con su idioma, el evangelio de Cristo a estas tierras hurañas y remotas, sino que también sirve eficazmente para despertar entre esos mismos niños y en el alma sencilla y abierta de nuestro pueblo, el culto por la memoria de nuestros abuelos aborígenes que esculpieron con sus brazos de cíclopes, sobre el yunque de la gloria, los blasones de la Patria" (Lillo, Samuel. "Introducción". Ercilla y La Araucana. Santiago de Chile: Establecimientos Gráficos Balcells, 1928, p. 5-6).

A diferencia de Literatura chilena, Ercilla y La Araucana fue un libro que no despertó críticas negativas. Se le ha mencionado como un texto referencial para el estudio de La Araucana, considerándolo parte de un conjunto de estudios que dan cuenta de la convivencia de "asuntos históricos chilenos y también elementos irreales" (Mejías-López, William. "El Fitón de Alonso de Ercilla: ¿shaman araucano?". Anales de literatura hispanoamericana. Número 21, 1992, p. 199).