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Nguillatun (1924)

Nguillatún, revistas de vanguardia, vanguardias
Nguillatún, revistas de vanguardia, vanguardias

En el año 1921 llegaron a la ciudad de Valparaíso el autor nacido en la región de Antofagasta, Neftalí Agrella (1896-1957) y el escritor húngaro Zsigmond Remenyik (1900-1962). En esta ciudad, junto a otros escritores, publicaron el cartel Antena. Hoja vanguardista.

Impreso posiblemente en el mes de marzo de 1922 (Urzúa, Macarena. "Dislocaciones de la vanguardia latinoamericana". Universum. Volumen 35, número 2, 2020, p. 232), este cartel incluía a su izquierda la xilografía titulada "Aktivizmus" del artista húngaro Sándor Bortnyik (1893-1976) y, a la derecha, el manifiesto "Rosa náutica" (Remenyik, Zsigmond. El lamparero alucinado. Madrid: Iberoamericana, 2009, p. 20).

Además de Agrella y Remenyik, la nómina completa de autores agrupados bajo el rótulo "La dirección del movimiento vanguardista chileno", contaba a: Julio Walton Hesse, Martín Bunster, Alberto Rojas Jiménez (1900-1934) (estos últimos dos habían publicado en 1920 "El primer manifiesto Agú" en Claridad), Jacobo Nazaré, Salvador Reyes (1899-1970), Rafael Yépez Alvear, Alfonso León de la Barra, Próspero Rivas, Pablo Christi, Francisco Carocca, Carlos Ramírez B., Eugenio Silva, René Silva, Julio Serey, el pintor mexicano Carlos Toro Vega, Ramón García y Boente, Gustavo Duval, Marko Smirnoff, Ramón Corujedo, R. Hurtado, Oscar Chávez, Humberto Coriolanni y Fernando García Oldini (1896-1965), con la adhesión de Vicente Huidobro (1893-1948), Jacques Edwards, el español Guillermo de Torre, el argentino Jorge Luis Borges, la argentina Norah Borges y el mexicano Manuel Maples Arce.

Alrededor de un mes después del manifiesto "Rosa náutica", el 1 de abril de 1922, el mismo Agrella junto a Julio Walton dieron a conocer en Valparaíso la hoja literaria titulada Elipse. Ideario de nuevas literaturas, publicación de un número en la que apareció el "Manifiesto de los nuevos poetas", firmado por gran parte de los escritores asociados a "La dirección del movimiento vanguardista chileno".

Ambos manifiestos construían una separación temporal, entre pasado y presente, entre ideales estéticos viejos y nuevos, planteando una distancia con el "lirismo secular metrificado" que asociaban, por un lado, a la poesía reunida en la antología Selva lírica (1917): "Somos la generación naciente. Hemos nacido en el Espíritu Nuevo de Apollinaire, Marinetti, Huidobro: de modo que no tenemos necesidad de sacudir las paredes ahumadas de los figones literarios antecedentes. Tal SELVA LÍRICA, anuario hidrográfico y dermatológico de tres generaciones reglamentariamente atrofiadas por el PATHOS romántico" (Agrella, Neftalí y otros. "Rosa Náutica". En Remenyik, p. 22); y, por otro lado, a cierto desfase en la recepción crítica que representaron en la figura del crítico literario Hernán Díaz Arrieta (Alone) (1891-1984): "…hoy, en Europa, el Arte nuevo y la Literatura libre son cosa del día, cosa naturalísima. Pocos la combaten. (…) Solo en nuestro Chile, Laponia espiritual, está aún por conocerse todo ese enorme ciclo de ideología nueva. Se la conoce algo entre nosotros, que nos hemos eximido por nuestra propia cuenta de seguir las aguas de los cetáceos literarios de campanillas de nuestro Mar Ártico… Demás está decir que críticos esquimales, como ese señor Alone ignoran en absoluto las nuevas manifestaciones intelectuales" (p. 21-22).

Ante la lírica romántica y una crítica que comprendían como su complemento, "Rosa náutica" y el "Manifiesto de los nuevos poetas" privilegiaron una expresión ecléctica, de imágenes dinámicas que aludían a las ciudades modernas a partir de referencias a la electricidad, las usinas, máquinas, poleas y engranajes, estableciendo vínculos explícitos con movimientos vanguardistas europeos como el futurismo y el dadaísmo: "Nuestro propósito, dentro de la nueva Estética, es un eclecticismo absoluto. (…) porque el Arte nuevo tiene múltiples expresiones y un solo punto básico: la vida moderna" (Agrella, Neftalí y otros. "Manifiesto de los nuevos poetas". En Müller-Bergh, Klaud y Mendoça Teles, Gilberto. Vanguardia latinoamericana: historia, crítica y documentos. Madrid: Iberoamericana; Frankfurt am Main: Vervuert, 2002, p. 79).

Tras estos manifiestos, nuevos números de ambos carteles u hojas literarias no fueron editados. Hacia el año 1922, Agrella y Walton fundaron en Valparaíso una editorial conocida como Tour Eiffel por medio de la que publicaron el libro La tentación de los asesinos. Epopeya, de Zsigmond Remenyik, quien, hacia fines de ese mismo año, dejó Valparaíso para viajar a Lima, Perú.

En 1924, Neftalí Agrella junto al músico Pablo Garrido (1905-1982) publicaron en Valparaíso Nguillatun. Periódico de Literatura y Arte Moderno, que, como Antena y Elipse, solo alcanzó un número. Esta revista declaró en su programa dos propósitos: el estudio de "todas las manifestaciones de arte aborigen" pero, en particular, de "los cantos, música, danzas, literatura y costumbres araucanas"; y el estudio y la exposición simple de las "corrientes precursoras de la nueva espiritualidad, tales como el Simbolismo, el Impresionismo, Cubismo y Expresionismo; corrientes vitalistas como el Futurismo, Nunismo y Paroxismo; corrientes destructoras, nihilizantes, como el Dadaísmo; y corrientes de reconstrucción, como el Construccionismo, Activismo y Neo-Simbolismo Americano" (Agrella, Neftalí y Garrido, Pablo. "Nuestro programa". Nguillatun. Valparaíso. Año 1 número 1, 6 de diciembre de 1924, p. 1).

En relación con las experiencias previas de Antena y Elipse, la revista Nguillatun se propuso generar las condiciones para la aparición de una estética a la vez nacionalista y moderna: "Si mediante la belleza literaria elevamos la significación vital de nuestra raza a un plano de idealismo, toda su expresión como entidad étnica constituirá el filón propio de un arte, que será criollo y universal a un mismo tiempo; que será nuestro color entre los colores del mundo; que será toda la humanidad hecha acontecimiento local nuestro" (Agrella y Garrido, p. 1).

El programa de Nguillatun declaraba ser múltiple en su afán de dar cuenta de expresiones culturales indígenas y corrientes filosóficas y estéticas vanguardistas. No obstante esta declaración, para parte de la crítica, como lo enunció Begoña Alberdi, "lo interesante de esta propuesta no es tanto la hibridación de dichos objetos, aparentemente disímiles, sino, justamente, la ausencia de hibridación en el ejercicio de la revista. Me explico: si bien central, la problemática indígena se sitúa en Nguillatun únicamente a nivel programático y teórico: en el título y manifiesto de la revista y en artículos expositivos sobre costumbres araucanas (…), pero se mantiene completamente ausente de la actividad creadora de los poetas que allí publican" (Alberdi, Begoña. "Valparaíso a través de sus revistas: un modelo de vanguardia heterogénea". Acta Literaria. Número 47, segundo semestre 2013, p. 46).

Este cambio respecto de los postulados cosmopolitas de "Rosa náutica" y el "Manifiesto de los nuevos poetas" daba cuenta de una transición hacia una dimensión identitaria, "desde los ismos europeos a un arte nacionalista de base indígena" (Alberdi, p. 45). Esta transición ha sido leída como una respuesta a las resistencias que los manifiestos de 1922 generaron en el campo cultural de inicios de siglo, en el que predominaban "las ideas y criterios" del "nacionalismo literario" (Lizama, Patricio. "Vanguardia Chilena: manifiestos, revistas e intelectuales". Mapocho. Número 71, primer semestre, 2012, p. 46). Para cierto sector de la crítica, dicha respuesta expresada en el programa de la revista era "la confesión de una derrota: Agrella y Garrido se subordinan a las restricciones del campo cultural porque entienden que el manifiesto de 'Rosa náutica' no tiene cabida. Quizás por esto último la inclusión de la problemática aborigen no se resuelve y el arte, a un mismo tiempo 'criollo y universal' que el grupo Nguillatun propone, termina siendo -podemos inferir- una heterogeneidad forzada, en la cual los sistemas socioculturales implicados, tradición y modernidad, se representan como verdaderas fuerzas en pugna y no como parte del 'arco iris ideológico' del hombre nuevo" (Alberdi, p. 46).

Desde otro punto de vista, este propósito de reinterpretación vanguardista de expresiones indígenas, constituyen a Nguillatun y, en específico a Neftalí Agrella -quien en 1933 publicó el conjunto de cuentos El alfarero indio (1933)- en "el primero y tal vez el único exponente de una eventual vanguardia indigenista en Chile que por cierto se distancia de los desarrollos de vanguardia de la capital, aspecto aún no estudiado, pensándose tal vez que el indigenismo fue únicamente una preocupación de la vanguardia andina, peruana particularmente, y marcada por el pensamiento de Mariátegui" (Nordenflycht, Adolfo de. "La vanguardia de Valparaíso: expresionismo de/en la periferia". Estudios Filológicos. Número 47, 2011, p. 123-124).

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