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Efectos del cambio en la política monetaria

Luego del inicio de la gran crisis económica de octubre de 1929, muchos países a nivel mundial debieron modificar sus políticas monetarias para detener problemas internos como la inflación, deflación y desvalorización de sus monedas.

En el caso de Chile, la principal herramienta política y estatal para detener los estragos de la crisis fue el fortalecimiento del Banco Central en su rol garante de la estabilidad monetaria del país. Con la creación de esta entidad en 1925 se estableció también el "patrón oro", mecanismo monetario que fijó el valor de cambio del peso chileno a partir de la paridad entre el dinero emitido y las reservas fiscales de oro en territorio nacional y extranjero, y permitió el flujo libre de oro entre países. El objetivo de esta política monetaria fue poner un límite específico a la emisión de dinero y disminuir la inflación arrastrada desde fines del siglo XIX.

Tanto la creación del Banco Central como la instauración del "patrón oro" fueron recomendaciones hechas por el profesor de economía estadounidense Edwin Kemmerer (1875-1945), quien visitó Chile durante el primer gobierno de Arturo Alessandri Palma (1868-1950), en uno de sus diversos viajes por países latinoamericanos en los que lideró una comisión de asesoramiento económico en la década de 1920. En general, la intervención de la misión Kemmerer se ha interpretado positivamente, gracias a la inserción de nuevas políticas fiscales que buscaban asegurar la estabilidad económica, tales como la creación de la Contraloría General de la República, el Servicio de Impuestos Internos, un nuevo sistema crediticio y de deuda pública, el fortalecimiento de los ferrocarriles estatales, entre otras disposiciones. Sin embargo, también se la criticó por facilitar la inserción de capitales estadounidenses en sectores claves de la economía nacional en reemplazo de capital europeo, principalmente británico (Duarte, César. "El patrón oro y la Gran Depresión en Chile: 1925-1935". América Latina en la Historia Económica. Volumen 26, Número 2, mayo-agosto de 2019).

Entre 1925 y 1929, periodo en que predominó la doctrina Kemmerer, la emisión monetaria y la inflación fueron muy bajas y los préstamos al Estado no estuvieron fuera del máximo legal, gracias a la estabilidad económica tras la Primera Guerra Mundial y a que el mayor gasto fiscal en obras públicas del periodo fue financiado con préstamos del exterior (Corbo, Vittorio y Hernández, Leonardo. "Ochenta años de historia del Banco Central de Chile". Documentos de Trabajo, Número 345, diciembre de 2005, p. 12).

En ese periodo, el presidente Carlos Ibáñez del Campo (1877-1966) se propuso llevar a cabo un programa económico basado en la reestructuración y estabilidad financiera luego de la crisis y en el desarrollo de la industria nacional. Sin embargo, el excesivo endeudamiento externo y la permanente emisión de circulante produjeron una importante pérdida en las reservas del Banco Central, debido principalmente al desequilibrio entre las importaciones y las exportaciones. Desde 1929 y hasta 1932, la inflación se mantuvo constante y en aumento.

El sector productivo más afectado por la crisis fue la minería, ya que el salitre y el cobre -principales generadores de ingreso fiscal- disminuyeron gravemente sus exportaciones. Esfuerzos como la centralización de la industria salitrera a través de la Compañía de Salitres de Chile (1930-1933) -empresa de carácter mixto donde el Estado participó con un 50% de las acciones- no fueron suficientes para disminuir el impacto, sobre todo porque el salitre fue reemplazado en Europa por productos sintéticos y las inversiones norteamericanas en acciones de la Compañía derivaron también en deudas absorbidas por el Estado, cuando los bancos internacionales dejaron de prestar dinero para el salvataje de la industria (Moreno, Ignacio. "La Gran Depresión en Chile: lecciones macroeconómicas". Estudios Nueva Economía. Volumen 2, número 1, marzo de 2013, p. 5-17).

En 1930 el gobierno de Ibáñez decretó el no pago de la deuda externa y en 1931 implementó el control de cambio, con lo que comenzó un paulatino proceso de abandono del "patrón oro". Esto produjo una fuerte emisión de dinero circulante, lo que generó deflación en los precios de bienes de consumo, para luego volver a un ciclo inflacionario que duró varios años. En 1932, luego de la renuncia de Ibáñez, el presidente Juan Esteban Montero (1879-1948) creó la Comisión de Cambios Internacionales, institución encargada de controlar y determinar las cuotas y aranceles de importación y regular el tipo de cambio de las áreas productivas, excepto de la minería que quedó bajo control del Banco Central. Las políticas económicas de Montero profundizaron el proceso inflacionario, ya que la cesantía a nivel nacional no permitió la absorción del dinero emitido a través del pago de remuneraciones y del consumo de bienes.

Tras el fracaso del gobierno de Montero y la corta duración de la República Socialista, bajo la segunda presidencia de Alessandri Palma, el Banco Central abandonó definitivamente el "patrón oro", aunque respaldó las reservas nacionales en el extranjero comprando oro en 1934 como medida de resguardo, mientras que mantuvo artificialmente la deflación para revalorizar el peso chileno, medida que afectó a las ganancias de los productores y comerciantes nacionales.

El presidente del Banco Central, Guillermo Subercaseaux (1872-1959), presionado por el Ministro de Hacienda Gustavo Ross Santa María (1879-1961) y las leyes bancarias decretadas, adoptó medidas como controles de cambio, principalmente la libre convertibilidad del peso que pasó a depender del comportamiento del mercado interno y del valor de divisas externas como el dólar y la libra; tipo de cambio múltiple diferenciado entre transacciones corrientes y de inversión de capital; y aranceles diferenciados para proteger sectores de la economía como la industria manufacturera, aumentando los aranceles en las importaciones.

Además, como señaló Subercaseaux, el gobierno propició la entrega de créditos para el fomento de la industria y la agricultura con la finalidad de que fuese la productividad nacional la encargada de sacar al país de la crisis, medida que fue complementada por el aumento de los aranceles aduaneros y del impuesto a la importación y la implementación de otros impuestos de carácter interno, entre ellos, el impuesto a la compraventa. Estas medidas fueron aplaudidas por las organizaciones gremiales, principalmente la Sociedad Nacional de Agricultura y la Sociedad de Fomento Fabril que, durante la crisis generalizada en los gobiernos de Ibáñez y Montero, se volvieron contrarios a la política monetaria del "patrón oro" y a la acción reactiva del Banco Central.

Para no sobrecargar la capacidad crediticia del Banco Central y salvar a la industria que había mantenido la economía nacional por más de cincuenta años, la inversión en faenas salitreras se financió a través de la creación de la Corporación de Ventas de Salitre y Yodo (1934) y del crédito entregado por los bancos privados, mientras que en el caso del cobre se fomentó la inversión extranjera, principalmente estadounidense en la región de Antofagasta.

Guillermo Subercaseaux fue defensor de la doctrina Kemmerer de no intervención del Banco Central en el fomento de la economía y de que este tuviera una función financiera, pero a la vez fue también contrario al retorno del "patrón oro". A pesar de aquello, igualmente planteó la posibilidad de una política monetaria mixta al señalar que "para completar esta política sería sin duda, conveniente, dotar a nuestro Banco Central de un cierto fondo de nivelación en oro o divisas extranjeras, destinado a servirse de él para mejor regular la estabilidad del valor de nuestra moneda. (…) El Banco Central debería poseer la facultad de comprar y vender oro o divisas a los tipos de cambio de exportación, o sea comerciales, lo que le permitiría comprar en las épocas de abundancia divisas y vender en las de escasez, ejerciendo cierta acción niveladora. Todo Banco Central, y el nuestro también, tiene esta facultad (…) pero nuestro Banco sólo puede comprarlas al tipo de cambio oficial y, como por motivos especiales no conviene alterar esta situación, sería necesario darle la facultad de comprar y vender oro y divisas a los tipos de cambio que el Banco fije (Subercaseaux, Guillermo. Seis años de política monetaria (1933-1938). Santiago: Soc. Imp. y Lito. Universo, 1938, p. 8-10).

Cuando la economía nacional se vio recuperada, principalmente desde 1935, el gobierno de Alessandri abandonó el carácter crediticio del Banco Central, retornando a su origen de control monetario y aplicándose una política de austeridad en el ámbito del gasto fiscal, pero facilitando la iniciativa privada a partir de asociaciones directas entre el Estado y las empresas.