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Escritos económicos de Pedro Aguirre Cerda (1879-1941)

En el transcurso de su carrera como profesor y académico de la Universidad de Chile, Pedro Aguirre Cerda (1879-1941) tuvo la oportunidad de estudiar a los más importantes economistas nacionales, que, contemporáneos a él, algunos fueron defensores y otros críticos del modelo "laissez faire, laissez passer" de la ortodoxia liberal que dominó la economía nacional desde mediados del siglo XIX.

El contraste entre autores como Marcial González (1819-1887), Agustín Ross Edwards (1884-1926), Guillermo Subercaseaux (1872-1959), Francisco Antonio Encina (1874-1965), Carlos Keller (1898-1974) o Daniel Martner (1880-1945), formaron en Aguirre Cerda un pensamiento más moderado, tendiente a la libre competencia pero con marcados rasgos del proteccionismo y nacionalismo económico. En la década de 1910 fue becado por el Estado de Chile para realizar estudios sociales y económicos en la Universidad de Paris La Sorbona, donde complementó su conocimiento sobre la economía nacional con elementos del liberalismo europeo.

A su regreso al país, fue electo diputado en dos ocasiones y formó parte de los gabinetes de los presidentes Juan Luis Sanfuentes (1858-1930) (Ministro de Justicia e Instrucción Pública) y de Arturo Alessandri Palma (1868-1950) (Ministro del Interior). En este último gobierno, observó de cerca las políticas sociales y económicas que Alessandri intentó implementar. Sin embargo, tras el golpe de Estado y posterior renuncia del presidente, Aguirre Cerda pasó al exilio, aunque designado en misión comercial como representante de la industria salitrera en España.

Si bien no comulgó con el autoritarismo de Carlos Ibáñez del Campo (1877-1960), igualmente rescató de este gobierno las medidas proteccionistas y de "desarrollo hacia adentro" que implementó entre 1927 y 1929, las que permitieron que Chile tuviera un leve crecimiento económico, previo a la gran crisis.

En su segunda estadía en Europa pudo madurar sus ideas económicas y publicó El problema agrario (1929), texto en que centró su análisis en el conocimiento recogido al observar las experiencias europeas, donde se tecnificó y mejoró los métodos de producción, se entendió la agricultura como parte del proceso de industrialización y donde el Estado y sus nuevas formas de intervención e instituciones de fomento tuvieron un lugar central. En su opinión, era fundamental el mejoramiento de las condiciones del pequeño campesinado, que se encontraba subyugado al sistema del gran latifundio que, por su extensión y poca explotación, había disminuido su productividad.

En ese sentido, se volvió un promotor de la división de la tierra, además de la creación de cooperativas que agruparan a pequeños, medianos y grandes terratenientes en pro del crecimiento del sector agrario y de un mejor posicionamiento comercial. Junto a esa división de las tierras se debía fortalecer también el proceso de colonización en el sur bajo control del Estado.

Del mismo modo, se debía complementar la producción con el fomento a la educación técnica, con la finalidad de crear una "cultura agrícola" extensible en el tiempo entre las familias rurales. Abogó también por la democratización del crédito agrario, que se había concentrado solo en el apoyo a los grandes terratenientes.

En el caso de su obra El problema industrial (1933), desarrolló un amplio análisis de las doctrinas económicas imperantes hasta la década de 1930, resaltó los aspectos positivos y negativos del liberalismo, el comunismo o socialismo y el corporativismo de Estado. Entregó también una amplia importancia a la ciencia como motor de la industrialización y la implementación de tecnologías, herramienta principal para sacar al país de la crisis en la que se encontraba tras la "gran depresión" y fortalecer el proceso de sustitución de importaciones.

Respecto a la apertura económica y las ideas proteccionistas, basándose en la experiencia de las potencias económicas de la época, Aguirre Cerda fue enfático en señalar las ventajas del nacionalismo proteccionista, ya que "una decidida protección a las industrias, agricultura y comercio, para que todas las actividades nacionales se desenvuelvan en forma de resistir la competencia extranjera, ha ido formando una fuerza coordinada entre sí y cooperada con la del Estado para elevar al máximum la potencialidad nacional y dominar al competidor, que es considerado enemigo y contra el cual se emplean todas las armas. (…) La protección aduanera y la racionalización resumen la doble política de engrandecimiento interior con miras al imperialismo exterior" (Aguirre Cerda, Pedro. El problema industrial. Santiago: Universidad de Chile, 1933, p. 51).

Junto al señalamiento de estas ventajas, estimó la necesidad de fortalecer, a través del fomento estatal, industrias básicas para el país, como la alimentación, la construcción, producción de maquinarias, el transporte y los combustibles, los que se debían complementar con la minería y la producción fabril para el consumo de bienes materiales de primera necesidad.

El principal concepto abordado por Aguirre Cerda para explicar su posición económica sobre las mejoras en la agricultura y la industria nacional fue el de "racionalización", del que rescató la definición hecha por la Conferencia Económica Internacional que la definió como "'el conjunto de métodos de técnica y de organización destinados a asegurar el mínimum de pérdida en esfuerzo y material'. Comprende la organización científica del trabajo, la estandarización de materiales y de productos, la simplificación de los procedimientos y las mejoras de los métodos de transporte y de venta. Se trata, pues, de aumentar el rendimiento, mejorar las condiciones del trabajo y disminuir el precio de coste" (Aguirre Cerda, Pedro. El problema agrario. París: Imprimerie française de l'édition, 1929, p. 79).

Para evitar el imperialismo económico, era necesario, según Aguirre Cerda, seguir la política de cooperación interna entre trabajadores, industriales y el Estado, ya que "la organización razonada, el máximo provecho de la materia prima, la economía de las fuerzas, la evitación del derroche y del doble empleo, la uniformidad del esfuerzo, no pueden sino producir bienestar colectivo" (Aguirre, p. 100). En su argumentación, la valoración de los capitales extranjeros es necesaria, solo en la medida en que estos complementen a la producción nacional y no la superen ni pongan en juego la estabilidad interna.

A través de ambas obras, Aguirre Cerda buscó una posición económica intermedia, lo que significó un acercamiento ideológico y práctico al corporativismo y a la cooperación entre los agentes privados y sus organizaciones gremiales, las organizaciones de trabajadores y campesinos y el Estado como ente interventor, proteccionista y garante de la estabilidad económica nacional. Sus referentes principales fueron las políticas económicas de Estados Unidos e Inglaterra luego de la Primera Guerra Mundial, y, en menor medida, la racionalización económica y la intervención estatal realizada bajo los regímenes comunista en Rusia, nacionalsocialista y fascista en Alemania e Italia. De estos últimos, rechazó el autoritarismo político y el ejercicio permanente de la fuerza, y tendió siempre a favorecer la democracia y el sistema republicano como métodos para la mantención de la paz social, necesaria para generar un nuevo sistema económico.