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Actos públicos de conmemoración

De la organización de las festividades se encargaba el Cabildo con escasa participación del Gobierno. Entre los esfuerzos desplegados por parte de las autoridades para celebrar estas fiestas, se encontraba la realización de distintas obras públicas, principalmente el empedrado y arreglo de caminos, blanqueamiento de las casas, y el arreglo de la Plaza de la Independencia, que actualmente se conoce como la Plaza de Armas. Esto variaba en cada celebración, según el presupuesto del Cabildo correspondiente. A la vez, se realizaba una Ceremonia Religiosa en Acción de Gracias.

Por lo general, las celebraciones se desarrollaban durante tres o más días, en los cuales se efectuaban diferentes actividades. Entre estas se encontraban los bailes, normalmente muy concurridos por los habitantes. Existían los bailes públicos, realizados en la Casa de Gobierno, y también se realizaban bailes privados. Estos se podían dividir en serios, como el vals, el paspie y la contradanza; y en los más populares o de chacota, como la zamba y el abuelito. En estos bailes se comía todo tipo de dulces, helados, mixturas y frutas.

Además, se decoraba e iluminaba la ciudad, principalmente la Casa de Gobierno, la Casa de la Intendencia, la Municipalidad, el Instituto Nacional y el Tribunal del Consulado. Desde el cerro Santa Lucía -entonces un pedregal- se lanzaba una salva de artillería. Las casas, ya sean públicas o privadas enarbolaban la bandera. En las noches se realizaban distintas obras de teatro, muchas de las cuales tenían como función educar al pueblo.

En la periferia sur de la ciudad, en una explanada conocida como La Pampilla se revisaban las tropas. En ese mismo lugar se efectuaban todo tipo de juegos entre los que se encontraban la carrera de caballos, la rayuela, elevar volantines y el luche.

En los primeros años de la República asistían a las fiestas mayoritariamente miembros de la elite, sobre todo a las tertulias y a las obras de teatro. Sin embargo, con el transcurrir de los años se incorporaron a los espacios de distención, las ramadas, forma de festividad característica del mundo popular. Esta última terminó siendo parte fundamental de la fiesta nacional chilena, manteniéndose hasta el día de hoy. Fue este último aspecto el que le dio la originalidad a las celebraciones nacionales chilenas, ya que las salvas de artillería, el blanqueamiento de las casas, los bailes, la iluminación y la decoración se realizaban en muchos otros países. No obstante, las ramadas, también llamadas chinganas, molestaron profundamente a la clase dirigente, ya generalmente se las asociaba al desorden, la vagancia, el vicio y la inmoralidad. Pese a ello, se mantuvo una posición ambigua respecto a las chinganas, especialmente en relación a aquellas instaladas durante las fiestas nacionales. En esta ocasión, y debido a que concurrían personas de diferentes grupos sociales, fueron permitidas.