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Ánimas de día claro

Alejandro Sieveking escribió Ánimas de día claro en 1959 para que la interpretara Bélgica Castro. Esta obra de Sieveking abrió una nueva etapa de su producción que ha sido catalogada como "realismo folklórico" por algunos (Eduardo Guerrero y Juan Andrés Piña) y "realismo poético" por otros (César Cecchi). Elena Castedo-Ellerman la describe como una farsa poética, entendiendo por esto "una especie de comedia sin estudio de personajes, con situaciones humorísticas que sugieren alcanzar deseos secretos reprimidos, personajes estereotipados, mucho movimiento físico, situaciones improbables, pero aún humanas" (El teatro chileno de mediados del siglo XX, p. 83). El folklorismo de esta obra, según Castedo-Ellerman, surge por estar inspirada en la pueril y alegre artesanía popular de Talagante, localidad caracterizada por sus leyendas populares.

El argumento de Ánimas de día claro surge a partir de la creencia popular de que el espíritu de un muerto no puede acceder al descanso eterno si aún conserva algún deseo que no se cumplió en vida. Así, cinco hermanas muertas aún penan en una casona de campo donde solían habitar. Gracias a Eulogio, un joven e inocente pueblerino que se acerca con la intención de comprar la casa, cada una de las hermanas logra materializar los anhelos reprimidos, excepto Bertina. Ella siempre quiso dar un beso a un enamorado, pero no podía porque el lunar en la punta de su nariz volvía turnios a sus novios. Sin embargo, cuando por fin logra besar al visitante, ya no desea irse, pues se ha enamorado y, con ello, ha engendrado un nuevo deseo que la sujeta a tierra.

Esta obra está escrita con un lenguaje que imita el habla campesina en sus giros y modulaciones; así también se intercalan canciones y bailes populares, como la cueca, y los personajes están elaborados de manera que prime la ingenuidad.

Ánimas de día claro fue montada por primera vez bajo la dirección de Víctor Jara en diciembre de 1961, como su examen de egreso de la carrera de Dirección Teatral, en la Sala Camilo Henríquez del teatro de la Universidad Católica. Su dirección logró dar soltura a los personajes populares, alejándolos de la rigidez costumbrista que entonces era habitual. El elenco estuvo formado mayoritariamente por alumnos de la escuela. En 1962, la obra formó parte de la temporada oficial del teatro Antonio Varas, con un reparto que incluía a actores ya consagrados: Tennyson Ferrada (Indalecio), Gonzalo Palta (Nano), Bélgica Castro (Bertina), Carmen Bunster (Luzmila), María Cánepa (Orfilia), Kerry Keller (Zelmira), Marés González (Floridema), Lucho Barahona (Eulogio) y María Valle (Oña Vicente). Ánimas de día claro se transformó en un clásico del Instituto de Teatro de la Universidad de Chile (ITUCH), llegando a permanecer en cartelera durante siete años seguidos.