"La familia de mi madre era muy numerosa. Yo tenía cantidades de tías, muy bonitas. Eran como actrices de cine, regias y venenosas; y yo, que era un niño, estaba fascinado con la maldad, con ese veneno que me enloquecía. Creo que me impregné de esa ponzoña, la que he tratado de repartir en diversas obras, no como una cuestión sicológica, sino social" (Sieveking en Guerrero, Eduardo. Acto único, pp. 213-214).

La mantis religiosa, de Alejandro Sieveking, trata de la extraña convivencia entre cuatro hermanas solteronas y su padre enfermo en un viejo caserón. Las dos mayores, modistas de trajes de novia, han tenido que matar a sus novios por razones misteriosas. La menor -que, dicen, es un monstruo-, aúlla y rasguña tras una puerta. El argumento de la obra comienza cuando la tercera trae a su novio, quien, atraído por las historias que ha escuchado, no puede resistir la curiosidad de ver al monstruo. Al igual que todos los hombres que ven a la mantis religiosa, sale extraviado en un éxtasis místico; por esto, su novia debe matarlo también.

La historia está inspirada en el juicio a Paris, de la mitología griega, donde las tres hermanas son imágenes de las diosas Hera, Atenea y Afrodita. Está contada a través del contraste de lo sobrenatural y el realismo: la cotidianidad provinciana es interrumpida por elementos de otra dimensión, cuyas leyes, tan diferentes a la del mundo corriente, son tratadas con normalidad por parte de los personajes. En el mundo de la ficción de La mantis religiosa, la violencia y la represión se han introducido en la cotidianidad sin perturbar mucho a nadie, produciendo en el espectador-lector un efecto irónico y cómico que, sin embargo, no le resta connotaciones políticas.

Por otra parte, la obra está cruzada por un constante suspenso, pues el público nunca accede al ente que emite los gruñidos. La caracterización de la hermana encerrada es incierta: todo indica que tiene la forma de una mantis religiosa, pero el éxtasis que produce su visión no coincide con la mostruosa versión que las hermanas han tejido de ella.