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suicidio

El 5 de mayo de 1992, Alfonso Alcalde se colgó con su propio cinturón en una modesta habitación que arrendaba en Coliumo.

La idea de la muerte rondaba en su obra como una continua premonición. Ya en algunos de sus primeros poemas como en el titulado "¿Qué harán mañana con mis zapatos?" escribió:

La vida se terminó, pero ¿qué harán mañana con mis zapatos?

¿Quién los llevará quizás donde nunca quisieron?

¿Quién los empujará al abismo, a la aventura de flotar sobre los días y descaminar lo andado?

¿lo fugado? ¿lo engullido? y ¿lo errado?

¿Quién los llevará de compras con las manos vacías?

¿Quién les hablará como si fueran humanos?

¿Quién les dejará toda su sangre hasta el fondo para colgar juntos en la transparente horca de la primavera?

El autor, a pesar de su escepticismo, mantuvo una nota de esperanza al señalar que "La poesía no muere, sólo duerme".