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Cerámicas perfumadas de las Monjas Clarisas

La denominación "de las monjas Clarisas" o simplemente "de las monjas", se debe a que esta labor artesanal fue elaborada exclusivamente en el Convento de las Monjas Clarisas. Esta cerámica elaborada con arcilla, arena fina y caolín, se desarrolló con mayor fuerza durante el siglo XVII, y comienzos del XIX en los conventos de la orden. Allí las monjas reclusas, educadas en estos oficios por sus propias superiores, consagraron a este arte su más devota dedicación.

Más allá de constituirse como preciosas miniaturas de bellos colores decoradas con flores y pájaros, esta cerámica se caracteriza por el particular perfume que tiene la loza. Normalmente estas miniaturas aromatizadas eran regaladas a parientes y a los benefactores del convento, pero también las obtuvieron familias ajenas a las obras filantrópicas gracias a la gran valía que obtuvieron sus piezas durante el periodo colonial.

Por desgracia, esta tradición, y con ella el secreto del aromatizado de la loza, se consumió en el tiempo, extinguiéndose con la muerte de Sor María del Carmen de la Encarnación Jofré el año 1898, última ejecutante de la inédita técnica perfumada. Posteriormente, Sara Gutiérrez reinterpretó esta tradición ceramista. Sin embrago, existieron varias diferencias en la ejecución de sus producciones y las cerámicas de las monjas Claras. Por ejemplo, Sara Gutiérrez se inclinó desde un comienzo por las figuras humanas, al contrario que las Clarisas que confeccionaban, sobre todo, objetos de uso doméstico como mates, teteras, braseritos con sus teteras, tazas decoradas con flores en relieve y sahumadores en forma de paloma. Actualmente la cerámica de las monjas Claras es visible sólo en museos o en colecciones privadas.