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Obstetricia y Ginecología

El reconocimiento anatómico del cuerpo de las mujeres y la comprensión de la fisiología femenina relacionada al proceso reproductivo y sexual fueron parte sustancial del interés de la medicina y los estudios de patologías europeos y norteamericanos durante el siglo XIX. La comunidad científica chilena no estuvo ajena a este proceso. Tanto la Obstetricia, que se impartía en el primer programa de estudios médicos, como la cátedra de Ginecología y la de Clínica ginecológica alojada en el Hospital San Borja, éstas últimas creadas en 1887, contaron con médicos interesados en practicar aquellas especialidades inspirados en la experiencia de maestros europeos.

Las historias clínicas elaboradas por obstetras que hacían sus observaciones en la Casa de Maternidad de Santiago y, más tarde por los médicos dedicados a la ginecología, nos introducen en la atmósfera que rodeaba a la asistencia médica, principalmente, dirigida a mujeres pobres. Por una parte, las fichas describían partos complicados en los cuales madres e hijos resistían las más dantescas intervenciones, entre ellas, el uso del fórceps y las primeras cesáreas, desafiando prolongadas y dolorosas jornadas de trabajo de parto que, casi siempre, terminaban con la muerte de unas u otros; por otra, las fichas ilustraban la historia de patologías femeninas y de las primeras intervenciones quirúrgicas y farmacológicas relacionadas a tumores y desangramientos.

El desarrollo de ambas especialidades fue ejercido sólo por hombres durante el siglo XIX, salvo la excepción constituida por la primera médico chilena, Eloísa Díaz, quien dedicó su tesis al estudio de la pubertad femenina considerando aspectos ginecológicos y estadísticos.