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Labor pública de Eloísa Díaz Insunza

En 1898 Eloísa Díaz Insunza accedió al cargo de Médico Inspector de Escuelas Públicas de Santiago. Dejó de lado su trabajo ginecológico y centró sus esfuerzos en mejorar las condiciones materiales y de higiene de las escuelas de la capital.

Desde esa posición realizó una importante labor en la fiscalización de las condiciones de las escuelas y en la integración de la higiene escolar como una herramienta para la disminución de las enfermedades contagiosas, que hacia fines del siglo XIX y principios del XX afectaron a la población chilena, principalmente a los sectores populares.

Fue promotora de la vacunación obligatoria, de la atención dental en las escuelas y de la práctica de diversos deportes a nivel escolar con la finalidad de mejorar las condiciones de salud de los estudiantes. El trabajo desarrollado en esos años le permitió ser nombrada como Médico Inspector de Escuelas Públicas a nivel nacional.

En aquella época predominó en Chile una visión higienista estatal basada en conceptos científicos y médicos que explicaron los efectos que tenían el medio ambiente y las condiciones de vida de los sujetos sobre sus cuerpos y como la condición física de los chilenos se encontraba deteriorada producto de la inmundicia y las enfermedades infecciosas, el alcoholismo, el trabajo pesado, la mala alimentación, la violencia y otros problemas sociales.

De estas ideas y de la preocupación estatal por la salud pública, se originó la legislación higienista que formó el Consejo Central de Higiene (1889), el que derivó funciones en los consejos provinciales encargados de la salud pública y la higiene general. Dentro del mismo Consejo, funcionó también la Comisión de Instrucción Primaria, encargada de fiscalizar los establecimientos educacionales y la salud de alumnos, profesores y otros funcionarios.

Estas funciones de fiscalización fueron las que adquirió Eloísa Díaz Insunza en la inspección de escuelas públicas, cabecera de la Comisión. En ese puesto dedicó parte importante de su tiempo a recabar información, identificó la mayoría de los problemas que sufrían las escuelas fiscales de la capital y del país y escribió diversos informes para el Ministerio de Instrucción Pública en los que incluyó importantes recomendaciones (Serrano, Sol; Ponce de León, Macarena y Rengifo, Francisca. Historia de la educación en Chile (1810-2010), Tomo II: La educación nacional (1880-1930). Santiago: Taurus, 2018).

En 1889 escribió, por ejemplo, que "casi todas las escuelas elementales funcionan en propiedades particulares que no sólo carecen en absoluto de las más primordiales condiciones higiénicas, sino que, en gran parte, son insalubres y completamente inadecuadas al objeto a que se las ha destinado. (…) Según las más elementales nociones de la higiene escolar, toda escuela necesita mucho aire y mucha luz, dos elementos indispensables para la vida y que faltan en absoluto, a excepción de las superiores, en todas las demás que he visitado. Como consecuencia lógica de esta deficiencia, se observa en las alumnas de las escuelas primarias, por falta de luz y por el aire viciado que continuamente respiran en salas estrechas y mal ventiladas, la cloroanemia, la miopía y otras enfermedades no menos funestas que las anteriores" (Díaz, Eloísa. "Informe Número 1. Santiago, 20 de enero de 1899". En Higiene escolar. Santiago: Cámara Chilena de la Construcción; Pontificia Universidad Católica de Chile; Dirección de Biblioteca Archivos y Museos, c2011 (Chile: Producciones Gráficas Ltda.), 1905-2011, p. 48).

Las recomendaciones entregadas en general por Díaz se centraron en la modificación material de los establecimientos educacionales; adecuación de aulas, salones y baños -principalmente la luminosidad y ventilación-, con la instalación de ventanas amplias y ventiladores para permitir la mejor circulación del aire y luz; habilitar áreas para el esparcimiento y la práctica deportiva, principalmente patios al aire libre y gimnasios, entre otros. Propuso, además, la conformación de consejos de higiene y salud en las escuelas, con la finalidad de dar institucionalidad a los cambios estructurales y de mantener una evaluación constante de la situación higiénica y de salubridad. Estos debían realizar revisiones permanentes a los alumnos para identificar cualquier tipo de problema de salud.

Otras recomendaciones fueron las de tapar las acequias y "que se evite el riego de los patios con las aguas inmundas de estas mismas, (...) que se aleje de la vecindad de las escuelas los depósitos de licores, las casas de tolerancia, las caballerizas, etc.; he pedido la creación de dispensarias y policlínicas especiales para los niños de las escuelas públicas; que se funde una Sociedad Protectora para estos mismos niños, en donde se les proporcione alimento y abrigo a los que carecen de ellos, que se haga única la asistencia diaria; que se instalen baños de lluvia o duchas en las escuelas, etc." (Díaz Insunza, Eloísa. Reorganización del Servicio Médico Escolar. Trabajo leído en la Sección de Higiene del Congreso Médico Latino-Americano. Santiago: Imprenta Nacional, 1901, p. 7). También dio cuenta de que para casi diez mil estudiantes que regularmente asistían a las escuelas públicas de Santiago existía solo un Médico Inspector, mientras que para el resto del país el cargo no estuvo ocupado por ningún profesional. Por lo que la reorganización del servicio y la ocupación de los cargos vacantes era prioridad del Estado.

El crecimiento de la economía nacional desde 1880 permitió que el Estado y los gobiernos sucesivos pudiesen llevar a cabo la construcción de nuevos establecimientos, en los que se incorporaron la mayoría de las recomendaciones de Eloísa Díaz Insunza. Respecto a esto último, escribió en uno de sus informes de 1902 que "hay en la capital cinco escuelas construidas según las necesidades higiénicas y debo manifestar a US. que ellas son las preferidas por los padres de familia, y que casi todas corresponden a un plan lógico que consulta beneficios, tanto para los maestros, como para los educandos. En ellos se ha elegido ubicaciones y orientaciones, iluminación suficiente y proporciones adecuadas, de tal manera que el maestro se ve ayudado por una buena acústica y los niños no están expuestos a ninguno de los graves inconvenientes de la falta de luz, de aire y justas dimensiones de la clase" (Díaz, Eloísa. "Informe Número 8. Santiago, 30 de agosto de 1903". Ídem, p. 107).

Para el mejoramiento físico y de salud de los estudiantes, además de recomendar la práctica deportiva, Díaz incorporó en sus planes las excursiones, paseos escolares y la utilización de los parques de las ciudades como medio para el ejercicio al aire libre.

Luego de ser la representante de Chile en diversos congresos internacionales de medicina, pasó a ocupar en 1911 la dirección del recién creado Servicio Médico Escolar de la República.

Junto con ese trabajo público, participó en diversas instituciones intelectuales y de beneficencia, destinadas a producir conocimiento y mejorar la salud y condiciones de vida de la población, tales como el Consejo de Instrucción Primaria, la Sociedad Científica de Chile, la Sociedad Protectora de la Mujer, el Consejo Nacional de Mujeres, la Asociación de Señoras contra la Tuberculosis, la Liga Chilena de Higiene Social y la Liga contra el Alcoholismo.

Eloísa Díaz Insunza ocupó el cargo de Servicio Médico Escolar de la República y consejera del Inspector de Escuelas Públicas hasta el año de su retiro definitivo en 1940.