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Boticarios y yerbateros

Las farmacias actuales son, con seguridad, poco ilustrativas respecto de la apariencia de una botica colonial. Ellas, al igual que hacían los yerbateros de modo itinerante, expendían plantas medicinales frescas y desecadas que podían ser aplicadas sin que fuera indispensable extraer de ellas sus principios activos. A menudo, bastaba con ponerlas en infusión -echarles agua hervida y tomar el brebaje resultante-, cocerlas por unos minutos, o bien consumirlas directamente, ya fuera por ingestión o uso tópico.

Sin embargo, las boticas tradicionales también eran lugar de ciencia, pues en ellas se realizaban ciertos preparados simples para la química actual, extractos, pomadas, soluciones alcoholadas y destilados como la conocida "agua de las carmelitas", basada fundamentalmente en las propiedades de la Melissa officinalis. Los boticarios, al igual que los médicos y cirujanos, eran examinados por funcionarios del Real Tribunal del Protomedicato, y contaban con la fe pública. Su recetario magistral constituía su mayor patrimonio profesional, y como tal era protegido por ellos y sus aprendices. La botica jesuítica de Santiago fue la mejor implementada del Reino de Chile, hasta la expulsión de la Orden en 1767. En ella, el farmacéutico José Zeitler concentró el saber médico de su época.

Hasta el presente, muchos de nuestros ancianos preservan el uso del vocablo "botica", lo que demuestra un cierto espíritu compartido entre los primeros establecimientos coloniales y aquellos que ofrecían sus remedios en la primera mitad del siglo XX. Los avances farmacológicos y el mejoramiento en las técnicas de obtención de principios activos, favorecieron la industrialización a gran escala de los productores de medicamentos, con lo que los boticarios, caracterizados por sus propios sellos de creación personal, desaparecieron definitivamente ante la estandarización de este mercado.

Curiosamente, subsistió su émulo popular, el yerbatero, personaje que aún deambula por ciudades, pueblos y ferias ofreciendo paquetes de hierbas, generalmente cultivadas en campitos propios. Él aconseja a sus clientes en cuanto a la posología y forma de administración de su mercancía, cuyas propiedades curativas bien conoce. La sabiduría de los yerbateros se basaba absolutamente en la tradición, anclada en evidencias empíricas. Un ejemplo del descubrimiento popular de las propiedades medicinales de una planta fue dado por el doctor Ángel Vázquez, quien describió las virtudes medicinales del radal. El análisis científico de este árbol fue producto de una historia contada por un hombre de campo, un carretero que padecía una fuerte afección asmática. Un día "conduciendo una carreta, se sentó mui fatigado al pié de un Radal i bebió agua en abundancia. El agua corria al pié del árbol, bañando su tronco. En el instante sintióse mejorado, su respiración era más fácil. Prosiguió su camino i al llegar a su casa su estado era mui distinto al de ántes. Preguntado como habia mejorado tan visiblemente contestó: que habia bebido agua de la vertiente tal, en el punto en que se aposaba durante su curso al pié de un Radal. El o los demas tuvieron la feliz idea de atribuir a la planta los efectos observados en el enfermo, i desde entónces fué aplicado a otros atacados del mismo mal. El resultado confirmó su accion en los diversos casos en que se aplicó". (Citado en Guajardo F., Amador. Botánica médica nacional, p. 70-71).