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Este primer periódico

La Aurora de Chile duró solamente un año, principalmente porque el gobierno de José Miguel Carrera vio en este periódico un peligroso instrumento de difusión de ideas controversiales. El modo de censurar su publicación fue a través de un decreto promulgado el 23 de junio de 1813, en el que se estableció la libertad de prensa para todas las personas, pero se tomó la medida de excluir la participación de los religiosos en este ámbito. Esta medida recayó en Camilo Henríquez, quien debió dejar la redacción de la Aurora.

Sin embargo, anticipando los hechos, Henríquez ya había fundado El Monitor Araucano, el 6 de abril de ese año. En este nuevo periódico prosiguió con sus ensayos, hasta su interrupción unos pocos días antes del desastre de Rancagua. La orientación de su escritura se tornó hacia la política exclusiva, pues sentía como deber mantener vivo el patriotismo del pueblo. Uno de los más importantes ensayos publicados fue el Catecismo de los patriotas, donde define conceptos como libertad, igualdad y derechos de los hombres. Por otra parte, una de las novedades que introduce son los versos satíricos, los que sostienen sus abundantes ideas políticas. Estos versos los firmó con el seudónimo de Canuto Handini:

"¡Que te estés tomando mate

muy descansado y tranquilo,

cuando la patria luctuosa

se halla entre tantos peligros:

cuando está en riesgo tu hacienda,

tu pescuezo y tus amigos,

tus hijas y tus amigos,

tus hijas y tu mujer!

Alabo tanto saber.

Que niegues que si te pilla

debajo el sarracenismo

ha de hacer que te arrepientas

de tu bárbaro egoísmo,

de tu ambición tus excesos,

tus tramas, tus artificios,

y perverso proceder!

Alabo tanto saber.

Que pienses formar repúblicas

sin el noble sacrificio

de pasiones o intereses

y del amor de sí mismo,

y que esperes que te salves

sin gran carácter y brío

para obrar y resolver!

Alabo tanto saber".

Una vez que abandonó El Monitor Araucano, Camilo Henríquez continuó escribiendo en el Semanario Republicano, dirigido por el guatemalteco Irisarri. Allí, prosiguió con la publicación de sus versos satíricos, pero firmando con el seudónimo de Cayo Horacio. Una de sus más famosas letrillas es "La procesión de los lesos", donde muestra a los ciudadanos que se oponen al progreso del sistema republicano en Chile.

Tras el desastre de Rancagua partió a Mendoza y, posteriormente, a Buenos Aires. En esta última ciudad colaboró en la redacción de La Gaceta de Buenos Aires y en El Censor, periódico publicado por el Cabildo de aquella ciudad.

Regresó a Chile en 1822 y participó en la fundación de una nueva publicación: El Mercurio de Chile. Aquí escribió por un tiempo acerca de nuevos temas, tales como proyectos de mejoramiento social, temas educativos y comentarios acerca de las ideas en circulación. Sin embargo, su escritura ya apagada, no alcanzó la resonancia pasada.