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Gran desarrollo que había alcanzado el comercio

El principal interés de la corona española por mantener sus dominios de ultramar fueron los beneficios económicos que trajo la creación de los virreinatos durante los siglos XVI y XVII, lo que propició el deseo de desarrollar el comercio interoceánico y cuidar las rutas hacia y desde América.

No obstante, desde el siglo XVIII, y, sobre todo a partir de los intereses de funcionarios de la corona en América que también fueron comerciantes, agricultores e industriales locales, junto con la formación en Europa de hijos de españoles y criollos avecindados en Chile y otras partes del continente, fueron los ideales del mercantilismo -introducidos durante el crecimiento político, económico e intelectual fomentado por la denominada Ilustración europea- los que conformaron el pensamiento económico criollista y luego autonimista, quienes aspiraron a proteger las economías locales, la chilena en particular, y mantener las reservas públicas y privadas de oro y plata.

Estas ideas mercantiles, sin embargo, significaron un conflicto ideológico y económico con las políticas borbónicas tendientes al monopolio y la centralización del comercio colonial -a pesar de algunas libertades implementadas, como el comercio libre entre las colonilas y con la metrópoli-, los intereses de los comerciantes, empresarios navieros e industriales peninsulares y con la realidad comercial del país, que sólo exportaba materias primas, metales preciosos y recibía bienes manufacturados.

Para los intelectuales y aristócratas criollos de la época, la solución era disminuir la importación de manufacturas y desarrollar, en cambio, sus exportaciones de productos con valor agregado originarios del país. Este fue el origen de numerosos proyectos esbozados, que representaron los ideales y esperanzas de los hombres ilustrados en aquella época.

A partir de la iniciativa de los gobernadores de la segunda mitad del siglo XVIII, se intentó fomentar la agricultura, incorporar nuevas tierras de cultivo, construir obras de regadío, reformar el régimen de propiedad, seleccionar las semillas, buscar nuevos productos e industrializar los ya existentes.

Para la minería se aspiró al fomento de las labores existentes y la búsqueda de nuevos elementos exportables. La pesca debía desarrollarse salando los peces y cazando lobos marinos y ballenas. El fomento de la producción debía desembocar en la industrialización, sin la cual era imposible el desarrollo económico del país. Pero este ideal implicó una franca oposición a los intereses de la metrópoli, cuya industria no podía admitir competencia en su mercado ni en Europa. Además se requería una política proteccionista en lugar de la libertad y las franquicias que había alcanzado el comercio chileno con las potencias europeas (Ross, Agustín. Reseña histórica del comercio de Chile durante la era colonial. Santiago de Chile: Impr. Cervantes, 1894, p. 322-482).