Subir

Viaje de Darwin por el Estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego y la Patagonia

Entre 1833 y 1834, el bergantín H.M.S. Beagle comenzó su viaje por Tierra del Fuego y el Estrecho de Magallanes. Una de las misiones que tenía el capitán Fitz-Roy en esas regiones australes era el retorno de los indígenas fueguinos raptados y llevados a Inglaterra para ser educados bajo la fe cristiana. A bordo iba también Charles Darwin, quien pudo conocerlos de cerca y conversar con ellos, principalmente con los rebautizados Jemmy Button y York Minster.

Al acercarse a Tierra del Fuego desde el Océano Atlántico, Darwin realizó una descripción del paisaje y del recibimiento que hicieron al barco las tribus de "fueguinos" que se encontraron a su paso. Los capítulos del diario de viaje de Darwin (VIII al XI de la obra), que relata su periplo por el Estrecho lo dedicó a realizar comentarios antropológicos de los habitantes del lugar e hizo incluso comparaciones entre la cultura europea, los pueblos de las islas del Océano Pacífico -Taití, Nueva Zelanda y Australia- con los propios fueguinos.

En su recorrido, la tripulación del H.M.S. Beagle entabló relaciones con tribus de los pueblos Yagán, Yámana, Aónikenk o Tehuelche -a los que Darwin se refirió como "patagones"-, Kawéskar y Selknam. Con todos ellos intercambiaron regalos y comida, lo que le permitió a Darwin hacer sus observaciones y anotaciones.

El relato del científico británico se situó por momentos en un espectro romántico en que la inmensidad y omnipresencia de la naturaleza "salvaje" están por sobre los seres humanos y determinan su existencia y comportamiento. El historiador David Yudilevich señaló que los registros de Darwin formaron un relato sistémico basado en notas de terreno, comentarios de diario personal, notas de observaciones antropológicas, zoológicas, botánicas y geológicas (Darwin, Charles. Darwin en Chile (1832-1835): Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Antología y prólogo por David Yudilevich, Santiago: Editorial Universitaria, quinta edición, 2017, p. 24).

En tierra firme Darwin pudo recorrer selvas, páramos y montañas, los que dejaron una huella profunda en su pensamiento. Esto se vio reflejado cuando escribió que "Tierra del Fuego puede ser descrita en pocas palabras: un país montañoso en parte sumergido, de tal suerte que profundos estrechos y vastas bahías ocupan el lugar de los valles. Una inmensa selva que se extiende desde la cima de las montañas hasta la orilla del agua cubre el flanco de las montañas, con excepción, sin embargo, de la costa occidental. Esa confusa masa de árboles en buen estado y de árboles muertos me recuerda las selvas tropicales, y sin embargo hay una profunda diferencia; en estas tristes soledades que visito actualmente, la muerte, en vez de la vida, parece reinar como soberana. Llegamos a la colina, la más elevada de todas las que se encuentran en los inmediatos alrededores; las aguas que de ella provienen se dirigen hacia el mar en otra dirección. Disfrutamos desde allí de una magnífica vista del país que nos rodea; al Norte se extiende un terreno pantanoso, pero al Sur vemos una escena salvaje y magnífica digna de Tierra del Fuego. (…) En este clima, donde las tempestades se suceden casi sin interrupción, con acompañamiento de lluvia, granizo y nieve, la atmósfera parece más sombría que en todas partes. Puede juzgarse admirablemente de tal efecto, cuando en el estrecho de Magallanes se mira hacia el Sur; vistos desde aquel lugar, los numerosos canales que se hunden en la tierra, entre las montañas, revisten matices tan sombríos que parecen conducir fuera de los límites de este mundo" (Darwin, Charles. Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Buenos Aires: El Ateneo, 1945, p. 259-261).

Detalló también extensamente el aspecto de las tribus del lugar y reparó en las pinturas y motivos que utilizaban en sus caras, diferenciando incluso entre el líder o anciano de la tribu y el resto de personas. Subrayó además su habilidad para imitar movimientos, gestos y sonidos -comparándolos con niños- y llegaron incluso a hilar con fluidez ciertas frases en inglés. Respecto al idioma de los fueguinos escribió que "el lenguaje de ese pueblo apenas merece el nombre de lenguaje articulado. El capitán Cook lo ha comparado al ruido que haría un hombre al hacer gárgaras; pero, ciertamente, ningún europeo ha dejado oír jamás sonidos tan duros, notas tan guturales al limpiarse la garganta" (Darwin, 255).

Para Darwin, estos indígenas eran los más atrasados y menos civilizados que él había conocido o de los que había leído, debido, según él, a su falta de organización social y de estratificación o jerarquización, lo que constituía un rasgo de progreso y civilización en el pensamiento occidental de la época, aunque no dudó de su inteligencia y facilidad de aprendizaje. Escribió también sobre sus vestimentas básicas, limitadas al uso de pieles de focas, de grasa animal en sus cuerpos para mantener el calor y ciertos adornos como plumas, que utilizaban entre sus cabellos. De su alimentación, escribió sobre el consumo de carne de ballena y de focas, junto con moluscos y crustáceos, bayas y raíces que recolectaban en su entorno. Algunas de estas tribus, principalmente los tehuelche, únicos que utilizaron caballos para movilizarse, tuvieron contacto permanente con los barcos balleneros, por lo que a Darwin no le sorprendió su facilidad para relacionarse con los extranjeros.

Uno de los capitanes balleneros que conoció en su viaje, nombrado Mr. Low, le comentó sobre algunas de las costumbres de estos pueblos, entre ellas el supuesto canibalismo, sobre todo en aquellos grupos que vivían en zonas costeras y con menos recursos, aunque Darwin nunca pudo comprobar esas aseveraciones. Otra de las costumbres destacadas fue la construcción de wigwams, chozas construidas con ramas, paja y otros materiales naturales y de las canoas utilizadas por los fueguinos para movilizarse entre los canales. También hizo comentarios sobre sus supersticiones y conjeturas respecto a si tenían alguna religión y practicas rituales.

Sobre la zoología del territorio austral, recalcó la poca existencia de ciertos animales como reptiles o insectos y le sorprendió la cantidad importante de vegetación y la biodiversidad marina en general. De los mamíferos, pudo observar "además de las ballenas y las focas, un murciélago, una especie de ratón (Reithrodon chinchilloides), dos ratones verdaderos, un ctenomys, afín o idéntico al tucutuco; dos zorros (canis magellanicus y c. azarae), una nutria de mar, el guanaco y un gamo -especie de ciervo-. La mayor parte de esos animales no habitan sino la zona oriental del país, la más seca, y jamás ha sido visto el gamo al sur del Estrecho de Magallanes" (Darwin, p. 289-290).

Sobre las aves: "(…) de vez en cuando se oye el grito plañidero de un papamoscas de blanco moño (Myiobius albiceps), que se oculta en la copa de los árboles más elevados; más raramente aún se oye el grito extraño y sonoro de un pico-negro que ostenta en la cabeza una elegante cresta escarlata. Un pequeño reyezuelo de sombrío plumaje (Scytalopus magellanicus), salta acá y allá y se oculta en medio de la informe masa de los troncos de los árboles podridos o caídos. Pero el ave más común en el país es el trepajuncos (Oxiyurus tupinieri). Se le encuentra en los bosques de hayas, casi en la cumbre de las montañas y hasta en el fondo de los barrancos más sombríos, más húmedos e impenetrables. Ese pajarito parece más abundante de lo que en realidad es, gracias a su costumbre de seguir con curiosidad a cualquiera que penetre en esos silenciosos bosques" (Darwin, p. 289-290).

El bergantín H.M.S. Beagle elevó anclas en el Estrecho de Magallanes en julio de 1834 y puso rumbo a la zona central del país.