Subir

Década de 1920

A principios del 1920, las publicaciones periódicas nacionales comenzaron a emplear la fotografía como medio de ilustración principal, con lo que el dibujo a mano alzada y la influencia del art nouveau fueron perdiendo fuerza, dando cabida a otras formas en la gráfica nacional. Comenzaron a incorporarse otros referentes estéticos como el Art Decó y la gráfica publicitaria norteamericana, a los que se sumó un incipiente interés por la iconografía local. Prueba de ello fue la publicación del libro Dibujos indígenas de Chile, trabajo que fue un gran aporte en la integración de elementos autóctonos en el diseño gráfico, llamados a reflejar una identidad local asociada fundamentalmente a representaciones del mundo indígena y popular.

Por su parte, el art decó fue un movimiento estilístico que en Chile se popularizó a partir de 1920. Su presencia se percibe hasta entrada la década de 1960 en la arquitectura, el diseño de interior, gráfico e industrial, las artes visuales, la moda y la cinematografía. Recogiendo elementos de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX, como el constructivismo, el cubismo o el futurismo y de escuelas como la Bauhaus, la estética del art decó se caracteriza por el uso de la geometría, la solidez de las formas y su monumentalidad. En cuanto al diseño gráfico es típico el empleo de tipografía en negrilla, "sans-serif" o palo seco, y el uso de la línea recta, quebrada o greca.

A fines de la década de 1920 se produjeron varios hechos relevantes para el desarrollo del arte del afiche en Chile. En 1928, la Escuela de Bellas Artes, bajo la dirección de Carlos Isamitt, abrió la Sección Vespertina de Arte Decorativo, donde se impartió un curso de afiche dirigido por el pintor Isaías Cabezón. Tras el cierre de la Escuela de Bellas Artes en 1928, la Sección Vespertina se trasladó a Avenida Matta y pasó a formar parte de la Escuela de Artes Aplicadas. En 1928 treinta artistas fueron becados para estudiar en Europa, entre los cuales estuvieron Inés Puyó, Héctor Cáceres, Oscar Millán, Armando Lira y Rafael Alberto López, quienes a su regreso se convirtieron en destacadas figuras del cartelismo nacional.

En 1929 se fundó la Escuela de Artes Aplicadas, dependiente de la Universidad de Chile. Su proyecto educacional se orientó a la formación de técnicos para la producción industrial, tanto en las áreas de diseño de objetos de consumo masivo, la edición artística y la publicidad comercial, con un marcado carácter local. El curso de afiches estuvo a cargo de la pintora Ana Cortés, quien realizó un valioso aporte con su metodología. La primera generación de cartelistas de la Escuela de Artes Aplicadas realizó un fructífero trabajo en campañas de promoción del salitre y difusión de políticas gubernamentales, exposiciones y concursos.

En 1928 Carlos Bofill abrió la primera oficina de publicidad, a quien luego se le sumó Óscar Fuentes y Arturo M. Edwards. Debido a la falta de variedad de caracteres disponibles en el país, algunos cajistas improvisaron modificando los que tenían creando híbridos tipográficos, aunque de a poco se introdujeron caracteres desde Argentina.