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Su apogeo

Durante los años sesenta y setenta, se vivió en Chile una masificación de las comunicaciones, siendo el cartel un reflejo de los fenómenos sociales y políticos vividos en esas fechas.

En la década de 1960 se introdujeron en Chile innovaciones técnicas que generaron cambios sustanciales en la gráfica nacional. En 1962, Litografía Marinetti trajo al país la primera máquina offset para imprimir a cuatro colores. Este tipo de impresión tiene la ventaja de producir imágenes de alta calidad, más claras y definidas que con otros sistemas de impresión y se puede utilizar en una gran cantidad de superficies, además, su uso permitió integrar la imagen fotográfica de forma directa, ya que antes solo se le podía incorporar a través de la fotoserigrafía (popularmente llamada "fotostencil").

El sistema offset se masificó en Chile en la década de 1970, época en la que los artistas gráficos comenzaron a tener más injerencia, tanto en los procesos de diseño como en la producción misma.

La actividad gráfica vivió un proceso de profesionalización que culminó en la creación de la carrera de Diseño Gráfico, en la Escuela de Artes Aplicadas. En 1971 se creó la Escuela de Diseño de la Universidad de Chile, cuya principal influencia fue la Escuela de Ulm, y en 1976 la de la Pontificia Universidad Católica, inspirada en la Bauhaus. Entre 1970 y 1980 estas universidades impartieron la carrera, además, en sus sedes de provincias, a las que se le sumaron varios institutos profesionales.

En lo estilístico, durante la primera mitad de 1960 algunos cartelistas optaron por la síntesis formal y la abstracción geométrica, como fue el caso de Santiago Nattino. Ello se debió al influjo del arte óptico y concreto, tendencia que a mitad de los sesenta fue relevada por una masiva vertiente informalista y más cercana al pop art. Los códigos estéticos de la sicodelia (originada en la costa oeste de Estados Unidos), que recogió elementos del pop y op art, más algunos elementos del art nouveau y del diseño persa e hindú, sumados a elementos de la imaginería contemporánea (cómic, ciencia ficción, graffitis) fueron recogidos desde diversas corrientes ideológicas: desde algunas militancias de izquierdas, hasta en algunas formas incipientes de imagen corporativa se apropiaron de esos códigos

Sin embargo, la tendencia más generalizada entre los diseñadores de este período fue la de la definición de una identidad visual propia que permitiera hacer del cartelismo un instrumento de expresión social y política.

Acontecimientos internacionales como la guerra de Vietnam, la revolución cubana y Mayo del 68 impulsaron esa línea de desarrollo que explotó elementos del imaginario popular, de las brigadas muralistas y del grabado nacional, sin descartar por ello influencias externas como las que ejercieron el pop estadounidense, la tradición polaca y el cartel cubano. Este cartelismo de carácter político floreció al alero del gobierno de la Unidad Popular, con la participación ciudadana, el fomento a la educación y a la producción nacional como banderas de lucha.

En 1963 se forma la primera agencia de diseño en el medio nacional: Messina y Moreno. Algunos cartelistas que sobresalieron durante las décadas del sesenta y setenta son Waldo González y Mario Quiroz, Santiago Nattino, Domingo Baño, Guillermo Núñez, Patricia Israel, Jorge Soto Veragua, Mario Navarro Cortés, Pablo Carvajal Gnecco, Tomás Peréz Lavín, Ximena del Campo, Ana María Maksymowicz y Vicente Larrea.