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diarios íntimos de escritores

Comúnmente se piensa que un diario íntimo debiera ser un cúmulo de revelaciones biográficas de un individuo. Sin embargo, la "crónica de una conciencia íntima" de un escritor (Morales, Leonidas. "El Diario íntimo de Luis Oyarzún: la cultura chilena que no ha sido", p. 85), si bien no está exenta de contenidos de este tipo, se caracteriza por reflejar más bien un proceso de búsqueda, ya no sólo de una identidad, sino también de un modo de escritura.

Para un poeta o un novelista, cuyo medio de representación habitual es la lengua escrita, el diario funciona como depósito de la escritura: no solo ilumina el camino para ensayar y pulir un estilo, sino que permite indagar con libertad las inquietudes que van a nutrir su trabajo. El diario, que no tiene las restricciones que comporta la obra literaria concebida como tal, se transforma en un espacio donde es posible practicar la crítica literaria de forma espontánea, expresar opiniones sin la tentación o la inhibición de la respuesta pública, ensayar distintos tipos de escritura y esbozar lo que más adelante puede convertirse en una obra acabada. Este último ejercicio se advierte en las reconstrucciones de los diarios íntimos de algunos escritores: Bendita mi lengua sea. Diario íntimo de Gabriela Mistral, Diario íntimo, de Luis Oyarzún y M[i] V[ida], de Álvaro Yánez Bianchi, antes de que se convirtiera en Juan Emar. En otras ocasiones, estos diarios contienen relatos de infancia del autor o apuntes registrados antes de que el joven se convirtiera en escritor, como ocurre con el manuscrito de La novela de los recuerdos: fragmentos de un diario íntimo, de Augusto d'Halmar. En este sentido, los diarios de vida de escritores se parecen más a cuadernos de notas, cuyos alcances interpretativos dependen, en gran medida, del proceso de selección en virtud del cual el autor -o sus herederos- modula el límite entre lo público y lo privado, entre la apariencia y la transparencia.