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discusión sobre arte

A través de los comentarios especializados que se publicaban en El Taller Ilustrado, es posible advertir cómo se percibía entonces el ejercicio de la creación y cuáles eran los modelos estéticos en boga. La perspectiva eurocéntrica se manifiesta no solo en los modelos que subyacen a la producción de obras, sino también en la manera de entender los conceptos de 'crítica' o, más bien, de 'contemplación' del arte. Abundan los escritos sobre historia del arte europeo, tanto de autores chilenos como traducciones de textos franceses e italianos, bajo títulos como "Miguel Ángel y Lorenzo de Medici", "Edad media, idealismo ascético" y "El Nacimiento de Cristo en el arte figurado", entre otros.

Si bien resulta ostensible la preeminencia del canon academicista europeo como eje de su línea editorial, la revista igualmente acogió algunos de los primeros esfuerzos de ciertos artistas e intelectuales chilenos por definir el status y la trayectoria histórica de la producción nacional, el panorama de entonces y sus proyecciones futuras. A este respecto, El taller ilustrado ofrece documentos precursores, como "Apuntes sobre lo que han sido las bellas artes en Chile" de Miguel Luis Amunátegui (publicado anteriormente en la Revista de Santiago), el discurso de inauguración de la Academia de Pintura pronunciado por Alejandro Ciccarelli, "El arte y las artistas chilenas" de Ángela Uribe de Alcalde, y "El arte y la crítica" y "Arte e industria Nacional", por José Miguel Blanco.

La reflexión en torno a las influencias estéticas extranjeras que reconocían en la creación nacional llevaron a la adopción de una postura que postulaban como "americanista", orientada a potenciar una identidad común entre los artistas locales. Sin embargo, esta diferenciación se medía con la vara del reconocimiento en los salones extranjeros, lo que suponía refrendar igualmente la dinámica paternalista respecto de Europa. Ejemplo de ello son textos como la reseña "Alfredo Valenzuela Puelma, un triunfo para el arte nacional", en el que ponderan al artista atendiendo a sus logros en los concursos europeos. En efecto, los redactores prestaban especial atención a los circuitos artísticos de México, Perú, Argentina, Uruguay, Italia, Francia y España, comentando datos específicos de Salones y los autores que allí participaban.

Más allá de las reflexiones históricas y estéticas, El taller ilustrado resulta una fuente privilegiada para conocer los detalles de la praxis artística en el Santiago decimonónico. Noticias acerca de asuntos tan prosaicos como la necesidad de instalar braseros en las salas de pintura, el trabajo de los modelos desnudos y las enfermedades de los artistas más conocidos ofrecen valiosa información acerca de las condiciones en que estos desempeñaban su labor, los recursos materiales y humanos que en ella confluían y su impacto social.