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Autobiografía

Úrsula Suárez, obligada por sus confesores escribió su autobiografía: "A los 33 años comienza a redactar una primera versión y a los 42, una segunda -la única que conocemos- que es escrita en el transcurso de 25 años (entre 1708 y 1732 aproximadamente). El confesor le proveía periódicamente de papel (4 hojas plegadas, que conformaban un cuadernillo de 16 páginas), pluma y tinta, y luego recogía la obra" (Rodrigo Cánovas. "Úrsula Suárez (monja chilena, 1666-1749): la autobiografía como penitencia", Revista Chilena de Literatura, (35): 97-118, abril, 1990).

Como toda tarea obligada, este encargo a veces se convirtió en algo tedioso y difícil de cumplir: "No me hallo en condición de escrebir más... así van ellos como escritos sin sosiego; y a más desto es mucha la repugnancia que para escrebir tengo, que a veces se me ofusca el entendimiento de la mala gana con la que lo estoy haciendo" (Úrsula Suárez. Relación autobiográfica. Santiago: Biblioteca Nacional, impresión 1984. 274 p).

Bajo el título Relación de las singulares misericordias que ha usado el Señor con una religiosa, indigna esposa suya, previniéndole siempre para que sólo amase a tan Divino Esposo y apartase su amor de las criaturas; mandada a escrebir por su confesor y padre espiritual, Úrsula Suárez relató experiencias íntimas sobre su infancia, sobre su ingreso al convento, llegando, incluso, a describir un castigo ejemplar sufrido en 1715 y que ella consideró injusto. En este sentido, tal como señala Lucía Invernizzi Santa Cruz, este escrito, "integra una diversidad discursiva que entremezcla confesión, autobiografía, crónica conventual y del mundo exterior al convento, testimonio de experiencias vividas tanto en la realidad cotidiana externa como en la interioridad (Invernizzi Santa Cruz, Lucía. "El discurso confesional en Epistolario de Sor Josefa de los Dolores Peña y Lillo", Historia, (36): 179-190, 2003).

En la actualidad, este texto es custodiado por las religiosas del convento de Clarisas de Nuestra Señora de la Victoria en La Florida, quienes lo han conservado desde la muerte de la monja en 1749. Precisamente, fueron ellas las que autorizaron a Mario Ferreccio y Armando de Ramón en 1984 la publicación del libro.