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Misioneras francesas

De las congregaciones francesas de los Sagrados Corazones, el Sagrado Corazón, las Hijas de la Caridad y el Buen Pastor, llegaron a Chile misioneras francesas en 1838. Viajaron con el objetivo de hacer misiones y educar, logrando cambiar la imagen que se tenía de las monjas en Chile, pues fueron más activas y salieron del claustro a predicar: "Nunca se había visto religiosas enseñando a la juventud en pensionados -escribía en su diario Cleonisse Cormier al abrir el primer colegio de los Sagrados Corazones de Valparaíso el 8 de diciembre de 1837 -nunca, sin duda, se había oído decir que las religiosas atravesaran los mares para ir, como los misioneros, a ganar almas para Dios" (Pérez Walker, María del Carmen. Las religiosas de los Sagrados Corazones de Chile. 1838-1906. Memoria para optar al grado de Licenciado en Filosofía y Educación, Facultad de Filosofía y Educación, Universidad Católica de Valparaíso, 1962, p. 46).

Las misioneras mantuvieron una nutrida correspondencia con sus superioras, la que se extendió desde 1838 a 1874. Dichas cartas fueron por primera vez reunidas en el libro de Sol Serrano, Vírgenes viajeras: diarios de religiosas francesas en su ruta a Chile 1837-1874.

Según Sol Serrano, en estas epístolas encontramos descripciones del viaje, del barco, de las dificultades que tuvieron para celebrar misa durante el trayecto y las impresiones sobre el nuevo mundo: "La mayoría relata el viaje de Le Havre o de Bordeaux a Valparaíso siguiendo la ruta infernal del Cabo de Hornos. Pero hay más rutas descritas: quizá la más apasionante sea la recorrida desde Nueva York a Valparaíso cruzando por tierra el istmo de Panamá o la ruta atlántica a Buenos Aires que describe un viaje por tierra desde Mendoza a Santiago" (Serrano, Sol. Vírgenes viajeras: diarios de religiosas francesas en su ruta a Chile 1837-1874. p. 16).

En particular, la misión que tuvieron estas misioneras fue moralizar y disciplinar: "en una sociedad donde los pobres urbanos crecían y crecían y el Estado y las elites no sabían que hacer con ellos, estas congregaciones buscaron moralizarlos y disciplinarlos hacia el orden y el trabajo. Ellas buscaban disciplinar también, cuestión que no suele señalarse, a las clases dirigentes y a sus mujeres para que abandonasen esa 'ruidosa devoción' barroca y adquiriesen ellas mismas el sentido del orden y del trabajo. Eso era la caridad, nueva forma de vínculo social, nueva forma de salvación personal, nueva forma de sociabilidad femenina de la elite y nueva forma de participación en un espacio público que se hacía crecientemente masculino y socialmente segregado". (Serrano, Sol. Vírgenes viajeras: diarios de religiosas francesas en su ruta a Chile 1837-1874. p.14-15).