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Otros documentos

Otros documentos -cartas, textos notariales, crónicas e historias, relatos de viajeros, poesía heroica- son conservados aún en conventos y en Archivos.

Es a través de estos textos que podemos conocer la imagen y representación de la mujer colonial: "en sus contenidos, acogen variados asuntos y aspectos de la vida de los claustros y, según sea el relieve que adquiere la cotidianidad o la espiritualidad, siempre imbricadas en las cartas, pueden clasificarse en epistolario de lo cotidiano, predominantemente referido a la vida material, actividades, reglas internas, relaciones del convento con el mundo externo; y epistolario espiritual, referido a 'lo cotidiano del alma' por estar constituido por escritos confesionales que, a petición de sus confesores, hacían las monjas de modo periódico, comunicándoles lo que acontece en su interioridad" (Invernizzi Santa Cruz, Lucía. "El discurso confesional en Epistolario de Sor Josefa de los Dolores Peña y Lillo", Historia, (36): 179-190, 2003).

Gracias a los libros de Sor Imelda Roldán Cano y Lina Vera Lamperein conocemos los escritos de otras monjas. Una, por ejemplo, fue Sor Juana López, quien contribuyó con narraciones acerca de lo acaecido en el convento: "Procedió por orden de su superior, agregando creaciones propias en forma de ingenuos poemas y sencillos versos que más bien son una fiel expresión de sentimientos personales. Sus composiciones se distinguen por un suave misticismo que refleja el espíritu sofocante y moralista de la organización colonial" (Vera Lamperein, Lina. "Escritura conventual. Siglo XVII- mediados siglo XVIII", Presencia femenina en la literatura nacional: una trayectoria apasionante: 1750 1991. Santiago: Cuarto Propio, 1994. p. 36).

Del Monasterio del Carmen de San Rafael provienen los escritos de Sor Teresa de San Rafael (Zañartu) y del Monasterio de Religiosas Dominicanas, los textos de María Francisca de Pastoriza (Rojas y Argandoña). De esta última, se conserva la Oración Fúnebre, que se encuentra en el Archivo Nacional y que dedicó a la fundadora de su convento, Madre Antonia del Espíritu Santo: "¡Luzbel, espíritu soberbio!, ángel desvanecido, que quisiste fijar tu asiento a la frente del Solio del Altísimo, ¿qué dijiste cuando veías a la M. María Antonia dejar el solio de su Prelacía para sellar con sus labios las castas huellas de sus súbditas? Más ¡oh! Cuánto te confundiste cuando dejándose ver postrada a la puerta del Coro, hacía que pisasen y pasasen las religiosas sobre ella. Señores, la planta de la mujer fue destinada, allá en el Paraíso, para hollar la soberbia del demonio: pero aquí en el Paraíso de las Rosas, las plantas de esas vírgenes pisando a la Madre Antonieta, hollaban a la misma humildad para más y más confundir la presunción de Luzbel" (Cano Roldán, Imelda. La mujer en el reino de Chile. Santiago: s.n., 1981. p. 591).