La estrecha relación con sus tíos maternos Juan Pascual Albarracín y el sacerdote Justo Santa María de Oro, influyó para que Sarmiento comprendiera tempranamente la importancia del conocimiento, la cultura, el progreso y la educación. Estos valores lo aproximaron políticamente a la posición de los unitarios de Buenos Aires como Bernardino Rivadavia y Bartolomé Mitre. Aunque desconfió de algunos excesos del centralismo porteño, nada podía repugnar más a Sarmiento que las montoneras de gauchos sedientos de sangre, encabezadas por caudillos iletrados cuyo mérito consistía en ser el más cruel de todos. La solución fue sencilla de entender, pero difícil de implementar: había que vencer militarmente a los federalistas, permitir la autonomía administrativa de las provincias en un contexto hegemónico de la capital y socavar las bases de sustentación de la barbarie por medio de la instrucción pública.