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encuentro o el desencuentro con la persona amada

El viaje en ferrocarril no permite la misma privacidad de un viaje en carruaje o en automóvil, sin embargo, para quienes "huyen" de las miradas ajenas con el fin de vivir un amor reservado, el tren ofrece rapidez, inmediatez y un precio accesible para el ciudadano común. Así, Tito Jara, un personaje de la novela Mercedes Urízar de Luis Durand, se arranca del pequeño pueblo de Villa Hermosa acompañado de Nora Céspedes con rumbo a un destino donde obtener mayor anonimato y poder casarse sin impedimentos. El tren les significa el inicio de su relación, la posibilidad de un romance permitido y la salida del pueblo, donde las miradas ajenas detectan cada paso que dan. En la misma novela, Don Pedro parte en tren junto a su esposa hacia la posterior luna de miel.

Y para aquellos que quieren un momento de intimidad durante el viaje, siempre estarán los túneles, cuya oscuridad ofrece a los amantes unos minutos de privacidad en medio de la multitud. El episodio narrado por Vicente Grez en La vida santiaguina, ejemplifica con picardía el cobijo que dan los socavones a los enamorados. En el tren de Santiago a Valparaíso viaja una madre, su hija y su futuro yerno, y tras pasar por un túnel, "¡oh! ¡sorpresa de los viajeros! El hermoso lunar, que fijaba la atención de todos, había desaparecido del rostro de la joven i se veía sobre el labio superior de su prometido ... ¡Esa encantadora transmigración había sido la obra de un beso furtivo dado en medio del peligro i de la oscuridad...! (Grez, Vicente. La vida santiaguina, p. 55).

Además, la llegada o partida de los trenes desencadenan en los amantes emociones intensas. La tristeza que implica "un tren que parte" se vislumbra en Mercedes Urízar de Luis Durand, en que Mercedes le comenta a Daniel: "¡Ah, si supieras qué pena tan grande tenía en ese momento! ¡Qué cosa tan despiadada y cruel es, a veces, un tren que parte! Yo nunca había conocido esa sensación hasta ese día en que te fuiste. ¡Pobre mi amor! Cuando te miré sentí unos inmensos deseos de que subieras luego al carro por temor de que te pusieras a llorar delante de todos" (Durand, Luis. Mercedes Urízar, p. 182). En numerosas ocasiones asistiremos al desgarro interno que sufren los personajes al abandonar a sus familiares y seres amados.

Algo similar le ocurre a Gabriela Sandoval, la protagonista de Casa Grande de Luis Orrego Luco, quien acude a la estación a recibir a su esposo, Ángel Heredia, después de un largo viaje que los ha mantenido separados. La regla social le impide restarse de la llegada del esposo, y debe someterse a todo tipo de susurros y acechanzas indiscretas de los concurrentes. "Y mientras el mundo apreciaba de este modo su actitud, ambos, involuntariamente, experimentaron sentimiento raro y nuevo, que, por un curioso parecido, muy leve, de dos estados de alma diversos en el fondo, les hacía sentirse totalmente extraños el uno al otro en ese momento" (Orrego Luco, Luis. Casa Grande, p. 245).

El ferrocarril no solo modificó las costumbres económicas y sociales de la época, también transformó experiencias más íntimas como las que dicen relación con la amistad y el amor. Así, un aparato tecnológico como el tren fue asociado con emociones y sentimientos que trascienden los usos prácticos de este medio de transporte.