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Reuniones de la Academia de Bellas Letras

Las reuniones de la Academia de Bellas Letras se celebraban en la trastienda de la librería del español Augusto Ferrand, ubicada en la ciudad de Santiago (González, Francisco Javier, citado en Oses, Darío. "La conversación literaria: un capítulo de la historia de la lectura en Chile. Salones, tertulias, ateneos, en Chile, en los siglos XIX y XX". Anales de Literatura Chilena. Año 13, número 17, 2012, p. 46). Según sus bases, en estas sesiones "todos los aficionados al cultivo de las letras" podían concurrir a las reuniones de la Academia y hacer lecturas en ellas, "sin otro requisito que el de ser presentados e inscritos por Académico fundador u honorario" ("Academia de Bellas letras". Sud-América. Tomo 1, número 4, 25 junio 1873, p. 431).

Sus primeras reuniones tuvieron como fin la organización interna. En estas se formó su reglamento y, para la distribución de sus tareas, se crearon las secciones de Sociología, Ciencias y Bella Literatura. También, en estas sesiones iniciales, los miembros eligieron el lema de la Academia: "Afirmar la verdad es querer la justicia"; y el emblema para los diplomas, que "representaba la fecundidad universal en la diosa de la naturaleza" y que fue tomado de la teosofía egipcia. Este consistía en "un sol radiante en cuyo foco aparece una Isis, o diosa de la naturaleza, coronada de doce estrellas, llevando en una mano un cetro sobremontado del globo terrestre, y en la otra un águila que emprende el vuelo, y teniendo a sus pies la luna". El emblema elegido para su sello consistió en un "círculo de rosas alrededor del cual están, a igual distancia, una cabeza de hombre, otra de toro, la tercera de león y la cuarta de águila" (Lastarria, José Victorino. "La Academia de Bellas Letras". Recuerdos literarios. Santiago: Zig-Zag, 1968, p. 396).

En abril de 1873, la Academia se instaló solemnemente. A partir de 1875, en la memoria anual se registraron el total de las sesiones realizadas: durante el segundo año se realizaron diecinueve sesiones; en el tercero, treinta y nueve; y en el cuarto, treinta y dos.

En las reuniones de la Academia -que inicialmente fueron semanales- se discutían "los últimos avances de la ciencia y la investigación local". Al final del primer año de actividades, Manuel Antonio Matta (1826-1892) habia dado siete lecturas, Valentín Letelier (1852-1919), seis lecturas y Diego Barros Arana (1830-1907), cinco. A estos intelectuales se les unieron Daniel Barros Grez (1834-1904), Eugenio María de Hostos (1839-1903) "y muchos otros más de la constelación intelectual liberal", con intervenciones sobre "temas de geología, botánica, fisiología, medicina, filosofía, 'política especulativa y práctica', economía política, historia y crítica histórica, crítica literaria, bibliografía y 'poesía y bella literatura'" (Moraga, Fabio. Ciencia, historia y razón política, el positivismo en Chile, 1860-1900. Tesis para optar al grado de Doctor en Historia. El Colegio de México, 2006, p. 314). Varias de las conferencias y lecturas aparecieron en Revista de Santiago (1872-1873), Sud-América (1873-1874) y Revista Chilena (1875-1880).

La Academia se preocupó de divulgar tanto las lecturas y conferencias dadas en sus sesiones, como los asuntos internos que se trataban. En la reunión del 8 de noviembre de 1873, Fanor Velasco (1843-1907), uno de los "académicos fundadores" y secretario en ese momento de la agrupación, indicó que, de acuerdo a los "deseos manifestados en la Academia", había enviado al diario El Ferrocarril (1855-1910) las últimas sesiones y trabajos leídos en ella. No obstante, comentó que el diario al publicarla "la sometió a su censura, lo que es inaceptable". Por esta razón, Velasco solicitó que la Academia financiara de sus propios fondos tales reseñas para "evitar mutilaciones indebidas". En consonancia con esta solicitud, otro de los miembros, Gabriel René Moreno (1834-1908), propuso la idea de crear una publicación propia que se llamara "Archivo de la Academia de Bellas Letras" ("Estracto de las tres últimas actas de la Academia de Bellas Letras, correspondientes al 8, al 15 y al 22 de septiembre". Sud-América. Tomo 2, número 14, 25 de noviembre de 1873, p. 413). Si bien el proyecto de contar con tal publicación no se realizó, sí se dieron a conocer algunas de sus actas en Sud-América. Otros acuerdos de las reuniones fueron registrados en los textos que José Victorino Lastarria (1817-1888), director de la Academia, publicó en la Revista Chilena en 1878 y que luego editó en el libro Recuerdos literarios (1878).

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