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Zampoña

El licenciado en música Marcelo Fuentes, en su tesis Introducción al estudio de la zampoña andina o Sicu explica que ambos términos son utilizados para designar a la flauta de pan, aunque en la zona central de Chile se le conoce con el término de zampoña. Además de estos términos genéricos existen otros que se refieren a los distintos tipos -respecto a afinación, patrones rítmicos que usan, función, etc.- de flautas de pan. A esto se agregan las denominaciones dentro de estos tipos que sirven para diferenciar el tamaño.

La zampoña que se conoce en Chile, según Marcelo Fuentes, parece tener raíces en la zona andina de América que hoy comprende los países de Ecuador, Perú, Bolivia, noroeste argentino y norte de Chile. Para la cultura Nazca y posteriormente Tiahuanaco este sitial lo ocupó un instrumento llamado Antara, que si bien es excluyente con el siku en su uso ritual, también fue una flauta de pan fabricada de piedra aunque con algunas características físicas diferentes. En toda las culturas andinas precolombinas la zampoña tuvo una importancia que fue más allá de lo estético. Para el hombre andino música, danza, dramatización y poesía han sido un todo de expresión y comunicación con la divinidad que es la naturaleza.

Los hallazgos arqueológicos más antiguos corresponden al siglo VIII a. de C. y se ubican en Chilca, al sur de Lima, sin embargo, son los aymaras quienes han recibido y transmitido el uso tradicional de la zampoña reflejando en ella toda su cosmovisión. Como dato curioso, cabe señalar que en los entierros de la cultura Paracas, hay zampoñas (no antaras). Éstas pueden ser vistas en el museo de Ica y en el museo de paracas en Pisco.

Marcelo Fuentes indica que una práctica común en la música andina tradicional es el uso de los instrumentos en grupos llamados "bandas" o "tropas". Estos grupos están compuestos del mismo tipo de instrumentos en distintos tamaños y con distinto registro.

En Chile encontramos dos agrupaciones: las bandas de lakas y las sicuriadas. Las lakas están conformadas por un mínimo de cuatro sopladores, un bombo y un redoblante, pudiendo agregar un platillo. Participan en las fiestas de los santos patronos, en las fiestas familiares, y también en carnavales, donde están presentes también las tarkas y pinquillos. En los sectores más urbanos animan los tambos cuya función es absolutamente festiva. Los ritmos que ejecutan son los huaynos o trotes, taquiraris, valses y cumbiones principalmente. Los músicos tocan la melodía y a veces cantan entre melodías.

Marcelo Fuentes explica en su Tesis de Grado Introducción al estudio de la zampoña andina o Sicu explica que este instrumento está fabricado en dos cuerpos distintos y que cada uno posee una parte de las notas del modo. Así para ejecutar una melodía se requieren dos personas. La escala está repartida en los dos cuerpos de tal manera que a un instrumentista le corresponden algunas notas y al otro las restantes. Como corresponde a la dualidad existe una primera y una segunda, ira y arca en aymara. Si consideramos que el número de personas mínimo para formar una banda son cuatro nos daremos cuenta que este orden corresponde a la doble bipartición entre iras y arcas además de los guías y seguidores.

Unos tocan una nota determinada de la melodía y otros tocan esta misma nota, en su sicura, pero un pulso después de los primeros.

En el uso de este instrumento se refleja también la relación del hombre andino con su medio. La música que ejecutan los sicuris fue entregada a ellos por Sereno, divinidad poseedora de la música que habita en las vertientes llamadas ojo de agua. Es un ritual ir la banda completa hasta el "ojo de agua" para que Sereno les entregue la melodía que ejecutarán ese año.

Las sicuriadas también se conforman por un mínimo de cuatro ejecutantes que soplan y golpean las huancaras, membranófonos asociados a esta agrupación. Los sicuris, nombre dado a los ejecutantes, no cantan, soplan en la sicura la melodía una y otra vez golpeando la huancara y caminando al compás a veces en círculo y otras veces en línea recta.

Es en esta zona donde conserva su carácter ritual y todo su contexto cultural más antiguo del que tenemos conocimiento (festividades del ciclo agro-pastoril) y es ésta una fuente de inapreciable valor para los instrumentistas que se quieran empapar del mundo que encierra este instrumento.

Con la irrupción de agrupaciones musicales de corte latinoamericanista en la década de los sesenta, se dieron a conocer algunos instrumentos tradicionales de distintos países. Entre ellos, la zampoña, que se popularizó bastante y se adaptó en varios aspectos: La afinación cambió, desde una amplia gama, a una estandarizada en mi menor al servicio de los cordófonos populares como la guitarra y el charango. Su ámbito se extendió desde dos octavas, suficiente para tocar una melodía, a algo más de tres octavas como para tocar en distintos registros. Este se extendió a veces hasta el registro de Toyo y Bajón (cuya nota más grave puede llegar al Sol en primera línea en llave de Fa).