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Desolación (1922)

Desolación -primer libro de Gabriela Mistral- fue editado en Nueva York, Estados Unidos, en el año 1922, por iniciativa del Instituto de las Españas, perteneciente a la Universidad de Columbia.

Una de las razones de su publicación en tierras estadounidenses fue la conferencia sobre la poesía de Mistral, dictada en 1921 por Federico de Onís (1885-1966), profesor de Literatura española en la Universidad de Columbia. Producto de esta, se produjo interés entre los académicos asistentes, quienes desearon conocer mejor la obra de la autora. Según las "Palabras preliminares" de dicha primera edición: "Los maestros de español, muchos de ellos mujeres también, se sintieron más vivamente impresionados que nadie al saber que la autora de aquellas poesías conmovedoras era además y era sobre todo una maestra como ellos" ("Palabras preliminares". En Mistral, Gabriela. Desolación. New York: Instituto de las Españas en los Estados Unidos, 1922).

Según Jaime Concha, el proceso formativo de Desolación fue un "camino continuo" que se inició en 1904, cuando Mistral dio a conocer sus primeros poemas en periódicos de La Serena y Vicuña hasta 1922 (Concha, Jaime. Gabriela Mistral. Madrid: Ediciones Júcar, 1987, p. 55). Jaime Quezada (1942-) mencionó que en Desolación, la autora reunió "aquellos poemas y prosas que (…) escribió en sus años de permanencia en Chile, en especial durante su creativo período de maestra en Los Andes (1912-1917) y, luego, en Magallanes (1918-1920)" (Quezada, Jaime. "Referencia prologal a 'Desolación'". En Mistral, Gabriela. Obra reunida. Tomo I. Santiago de Chile: Ediciones Biblioteca Nacional, 2019, p. 37).
La primera edición del libro contó con siete secciones, "cinco en verso: Vida, La Escuela, Infantiles, Dolor, Naturaleza; y dos en prosa: Poemas en prosa y Cuentos" (Saavedra Molina, Julio. "Gabriela Mistral: su vida y su obra". Anales de la Universidad de Chile. Año 104. Número 63-64, julio-diciembre, 1946, p. 38). En la sección "Dolor", Mistral incluyó "Los Sonetos de la Muerte", conjunto de poemas con el cual ganó los Juegos Florales realizados en Santiago en 1914. Asimismo, entre sus páginas apareció el conjunto "Poemas de las madres" que en 1950 fue publicado junto a dibujos de André Racz (1916-1994).

En abril de 1923, apareció la segunda edición de la obra y la primera publicada en Chile, por la editorial Nascimento, con un prólogo de Pedro Prado (1886-1952). En 1926, se publicó su tercera edición, por medio de la misma editorial, con un prólogo de Alone (1891-1984).

En Chile, la recepción inmediata del libro, enfatizó en la "oscuridad" del lenguaje mistraliano a la vez que manifestaba sorpresa por su primera edición en Estados Unidos. Omer Emeth, seudónimo del sacerdote y crítico literario Emilio Vaïsse (1860-1937), en una crónica publicada en El Mercurio de Santiago, en junio de 1923, expresó que la publicación de Desolación había causado conmoción pues Mistral no era suficientemente conocida en el medio chileno. En relación con el libro, criticó el prosaísmo de la autora en "algunas composiciones pedagógicas" y también mencionó que Mistral escribía, "a menudo, mal", en el sentido de que "escribía oscuramente", es decir, que costaba interpretar su sentido. Indicó que había muchas expresiones "oscuras" en Desolación y que estas "desolarán a los traductores que intenten trasladar a alguna lengua latina" los versos de la autora. Además, señaló que había "cierta uniformidad, cierto monocordismo" en relación con "la desolación" de la obra, pues "no hay sonrisas en este libro y, cuando asoma alguna, viene nublada de tristeza" (Vaïsse, Emilio. "Gabriela Mistral: Desolación". Estudios críticos de literatura chilena. Santiago: Ediciones de la Biblioteca Nacional, 1961, p. 132-141).

Desde una perspectiva similar a la de Emeth, Pedro Nolasco Cruz (1857-1939) indicó que Mistral manejaba el idioma "con dificultad, como a un instrumento que no se le conoce bien. La frase no corre, el giro es enrevesado, el vocabulario es muy reducido y no escogido, el término propio falta a menudo". También se refirió a la falta de claridad en su poesía, en relación con el origen del dolor en los poemas: "Se parece a aquellas personas absortas y constantemente ocupadas en un asunto, que hablan de él a los demás, sin explicarlo, como si fuese muy conocido. Uno no sabe muchas veces si la pérdida que lamenta es la de un hijo, de un esposo, de un novio, de un amante". Cruz terminó su referencia a Mistral y su primer libro indicando que "convendría que los admiradores exaltados que ella tiene entre nosotros moderaran su entusiasmo" (Cruz, Pedro Nolasco. "Dos poetas, 'Desolación' por Gabriela Mistral. 'Al vivir', por Francisco Concha y Castillo". Estudios sobre la literatura chilena. Tomo III. Santiago de Chile: Editorial Nascimento, 1940, p. 324-327).

Sin embargo, no todos los comentarios cercanos al momento de aparición de Desolación fueron negativos. Daniel de la Vega (1892-1971), juntamente con destacar que el libro fuera publicado por el Instituto de las Españas, concordó con esta institución sobre el valor literario y el "gran valor moral" de la obra. Mencionó que "su valor moral es el ala de su poesía. Por ella trepa. Su perdón de las ofensas enriquece su rima; su virtud presta desconocida cadencia al verso; su humildad prende emoción en la estrofa. La mitad de la obra de Gabriela Mistral es belleza literaria; la otra mitad es limpieza de corazón" (Vega, Daniel de la. "'Desolación' de Gabriela Mistral". La Nación. Santiago, 24 de junio de 1923, p. 4).

La recepción de Desolación durante las décadas siguientes tuvo un carácter encomiástico y, por tanto, el libro fue elemento de comparación frecuente en el momento de la publicación del resto de su obra. Entre las varias lecturas que se han hecho de Desolación, uno de los aspectos más analizados fue la presencia del dolor. Julio Saavedra Molina vinculó el dolor en la obra con la muerte y la tragedia. Señaló que Desolación "no es, pues, un libro de versos como hay tantos, sin materia dramática. Al revés, su lirismo hunde las raíces en una tragedia vivida y en los sentimientos derivados. No es producto de la imaginación servida por una sensibilidad feliz; es la sensibilidad misma de una neurosis, exteriorizada casi sin imaginación: es poesía y no es arte de artífice" (Saavedra Molina, p. 42).

Jaime Concha también hizo referencia a la idea del dolor en la obra, aunque analizó este aspecto considerando también Tala (1938) y Lagar (1954). Así, Concha indicó que el dolor es "un dato primordial" en el "poetizar" de la autora. En este análisis, relacionó la presencia de ese dolor en estas obras con aspectos de la vida personal de la autora. Mencionó que el suicidio de Romelio Ureta en 1909, quien había sido amigo de juventud de la autora, estaría detrás de la sección "Dolor" de Desolación, "como una 'sombra' ausente y pregnante a la vez"; la muerte de Petronila Alcayaga en 1929, madre de Mistral, sería "el punto de partida que origina la crisis de Tala"; y la sección "Luto" de Lagar, "es un hondo proceso de duelo por el precoz suicida de 1943", en alusión a Juan Miguel Godoy Mendoza, Yin-Yin (1925-1943), niño que estuvo al cuidado de Mistral. Sin embargo, señaló que el dolor en estos tres libros también representaba "una larga travesía por dolores del siglo". En Desolación, se "entreteje las matanzas de Polonia con sus rondas pacifistas"; Tala "se escribe y se publica contra el fondo incandescente de la Guerra Civil Española"; mientras que en Lagar "ya sin confianza ni pacifismo posible, con un dolor sin apelación", el libro "es un réquiem horrorizado ante la devastación de la Segunda Guerra Mundial" (Concha, p. 52-53).

Otra voz crítica que se ha acercado a la obra a partir del análisis del dolor fue Verónica Contreras, quien orientó su lectura en particular a las secciones "Vida" y "Dolor" del poemario. En su estudio, indicó que ambas secciones son "mostrativas de la vivencia de la búsqueda del alma en llegar a reafirmar la verdadera condición humana y de proceder a un punto de realización, a través de la espiritualidad y poder llegar a morar en un espacio de conjunción con Dios". De este modo, el dolor "se presenta y reconoce como un medio para acceder a un nuevo espacio y habitar -espiritualmente- en otra morada" y que, a partir de una toma de consciencia, en esa otra morada estaría el encuentro con Dios (Contreras, Verónica. "Dolor, un espacio de búsqueda y realización existencial en Desolación". Cuadernos de Lengua y Literatura. Número 2, 1989, p. 65).