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la carta de amor

Tal vez sea la correspondencia amorosa lo que mejor ilustre el sentido de la siguiente afirmación de Patrizia Violi: "Es, pues, la propia relación lo que se pone en juego en la correspondencia" ("La intimidad en la ausencia", p. 91). En la carta de amor el contenido básico del intercambio es, justamente, la mantención de la comunicación amorosa. "La 'verdad' de estas cartas está en el espacio de nuestra mente, en la relación que éstas persiguen, la de nuestras imágenes. Evidentemente también por esto muchas veces las cartas de amor no dicen nada, no comunican nada aparte del hecho de haber sido escritas" (op.cit., p. 98).

En la creación de un código común, una enciclopedia idiolectal que exige una alta competencia al lector, se despliegan una serie de estrategias de seducción (Doll, "Las cartas de amor de Gabriela Mistral", p. 157) que inducen a hacer aparecer al interlocutor ausente. Sin embargo, las cartas amorosas inevitablemente remiten a una imagen, al pensamiento de una ausencia que parece sustituirse con la materialidad de la carta -la caligrafía, con las marcas del momento en que fue escrito- haciéndose instrumentos de contacto metonímico y fetichista, como si las hojas fueran la extensión del cuerpo de quien escribe.

En Chile se han publicado Epistolario sentimental: de Joaquín Edwards Bello a María Letelier, Cartas de amor, de Pablo Neruda, Cartas de amor de Gabriela Mistral y Manuel, en los labios por mucho tiempo: epistolario entre Lucila Godoy Alcayaga y Manuel Magallanes Mouré, entre los epistolarios amorosos más conspicuos.