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leyes de composición

Uno de los rasgos más específicos de la escritura epistolar es su función comunicativa, presente no sólo en la situación externa al texto -los envíos y las respuestas-, sino también en su inscripción textual y su organización estructural. Toda carta necesariamente exhibe un marco formal, que constituyen las huellas de la propia situación de enunciación, así como las de la situación de recepción, que son fácilmente observables en las fórmulas de saludo o ciertas formalidades de las cartas oficiales. Este marco configura, en palabras de Patrizia Violi, un contrato epistolar que instituye la relación entre los interlocutores.

Sin embargo, las marcas del contrato epistolar se encuentran a lo largo de toda la carta: en las figuras del narrador y narratario, en la constitución de un código comprensible sólo por los interlocutores y en la localización espacio-temporal.

La escritura de la carta se realiza necesariamente a partir del sujeto de la enunciación que se identifica con un yo, propiamente narrador, el cual tiene necesariamente que dirigirse a un , un narratario por lo general inscrito en la fórmula de apertura o en la estructura pronominal. La relación entre ellos es altamente codificada, tanto así que es posible que la carta exhiba información potencialmente comprensible sólo por el narratario. Esta relación idiosincrásica (op. cit. p. 92), produce que muchas cartas tengan un solo "lector ideal".