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Vidas mínimas

En Vidas mínimas (1923), González Vera retrató, de algún modo, su experiencia de vida en el conventillo de la calle Maruri, en Santiago: "Fino, sutil, analista íntimo, habita un conventillo, entre lavanderas y zapateros remendones; pero en vez de lamentarse y huir de ese medio inadecuado, lo mira minuciosamente, lo estudia con ojo atento y lo describe detalle por detalle, sin repugnancia ni aspavientos de odio" (Alone. "Prólogo", Vidas mínimas: novelas breves. Santiago: Cosmos, 1923, p. 7).

El tema del conventillo ya estaba presente en sus relatos anteriores. Hacia 1918, publicó en la revista Artes y Letras (siendo directores Mariano Latorre y Miguel Luis Rocuant) un cuento titulado "El conventillo", el que fue considerado por Enrique Espinoza el primer relato de la literatura chilena contemporánea que abordó el tema del proletariado: "La tísica sin remedio, el pescadero borrachín, la mayordoma verbosa, el coleccionista de desperdicios, le merecen páginas de honda penetración sicológica y fino humorismo. Una fresca muchacha que toca el arpa y canta en el patio, donde algún domingo se baila y se bebe de lo lindo, lo atrae y repele de tal modo que, bien mirado, resulta "El Conventillo" un humilde romance proletario. Es sin duda, el primero y más perfecto de la literatura contemporánea" (Enrique Espinoza en Solar, Hernán del. "José Santos González Vera: una sonrisa literaria", El Diario Austral, 12 de noviembre, 1989).

Cuando fue publicada Vidas mínimas, tuvo una recepción escasa y pese a que González Vera regaló media edición, tardó 17 años en vender los otros 500 ejemplares del libro.

En 1996, la editorial LOM reeditó esta novela para su colección Cuentos Chilenos.