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Crítica social

Las condiciones de vida de los campesinos fueron constante tema de debate entre los intelectuales progresistas. Instituciones como el inquilinaje son fuertemente criticadas desde mediados del siglo XIX, por cuanto implicaron la total sumisión de la mano de obra a los hacendados y la precariedad absoluta de los inquilinos, que en cualquier momento podían ser expulsados de la tierra que trabajaban. Asimismo, se criticaron las paupérrimas condiciones de vida en que mantenían los hacendados a sus inquilinos y el atraso cultural que se vivía en los medios rurales.

Se incluyen dos trabajos contrapuestos. El primero, de Ramón Domínguez sobre el sistema de inquilinaje, publicado en 1867 y en donde critica fuertemente a este último por las razones ya aludidas, proponiendo que el Estado regule por ley los contratos de inquilinaje y proteja a los campesinos de los abusos patronales. El segundo, de Lauro Barros, presenta el conocido argumento de que el Estado no debe intervenir en lo más mínimo en el mundo rural, limitándose a expandir la educación pública. Según Barros, el libre mercado y el afianzamiento de las libertades públicas inevitablemente lleva a un alza general de salarios, el progreso de la agricultura y a mejoramiento de la calidad de vida de los campesinos, aunque no explica cómo ocurriría algo tan milagroso. Un tercer texto que presentamos es un ingenioso y mordaz reportaje que hizo el periodista Tancredo Pinochet, en el que cuenta su experiencia al entrar disfrazado de peón a la hacienda del entonces presidente de la república, Juan Luis Sanfuentes y observar las pésimas condiciones de vida en que mantenía el ilustre y refinado mandatario a sus trabajadores.