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Desarrollos regionales

Desde el inicio de las exportaciones trigueras al Perú a fines del siglo XVII, el desarrollo agrícola de la zona central tuvo fuertes disparidades. Las zonas privilegiadas durante el período colonial fueron aquellas cercanas a los puertos de exportación, en particular el valle de Aconcagua, de donde salía el grueso de los envíos de trigo hacia El Callao. El Norte chico se orientó al abastecimiento de las minas y la zona de Concepción al intercambio fronterizo.

Desde la segunda mitad del siglo XIX, el ciclo expansivo generado por las exportaciones cerealeras empujaron la frontera agrícola hacia el sur del país, convirtiendo zonas tradicionalmente ganaderas en productoras de trigo. Paralelamente, la construcción del ferrocarril del sur, el desarrollo de sistemas de regadío en el valle central y la acelerada degradación del suelo en el secano costero provocó un desplazamiento de los cultivos cerealeros desde éste hacia el valle central.

Tras el cierre del último ciclo triguero en 1876, la crisis agrícola obligó a las haciendas del valle central a reorientarse hacia los mercados internos. El acelerado crecimiento demográfico en las zonas salitreras recientemente anexadas y el crecimiento de los centros urbanos fomentaron el desarrollo de una agricultura altamente especializada, en particular en las zonas cercanas a Santiago y Valparaíso, como el valle de Aconcagua y los llanos del Maipo y del Cachapoal. De todas maneras, el panorama siguió siendo bastante dispar. El secano costero quedó virtualmente abandonado hasta mediados del siglo XX, y la expansión de la frontera agrícola hacia las fértiles tierras de la Araucanía, Valdivia y Llanquihue provocó un estancamiento económico en el centro-sur, en especial en las provincias de Curicó, Talca, Maule y Ñuble.