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Compañías pioneras

El Teatro Municipal fue, desde su inauguración en 1857, el epicentro de un curioso boom del ballet en Chile, ocurrido entre 1850 y 1862. El público se familiarizó con las óperas italianas Lucía, I Due Foscari, Lucrecia Borgia, Ana Bolena y Hernán, gracias a una seguidilla de compañías extranjeras visitantes. El conjunto pionero fue, en enero de 1850, Monsieur Ponçot y su compañía de ballet, que presentó las románticas piezas Giselle y La Sílfide. Este descubrimiento temprano del ballet quedó impreso en la revista La Sílfide, donde pueden leerse las pugnas que sostuvieron los admiradores de una u otra intérprete.

El público esperó hasta 1856 para ver a un segundo grupo de ballet clásico. Sólo entonces, procedente de Europa y los Estados Unidos, llegó la Compañía de los Roussets, reiterando en el repertorio la aclamada Giselle y presentando con gran éxito Carolina, Reina de los Ladrones, obra que según señala la periodista e investigadora Yolanda Montecinos, "provocó una escandalizada requisitoria del obispo, que tuvo como efecto inmediato, la disminución del elemento femenino entre los espectadores" (Revista Musical Chilena, (Número especial): 7-27, 2002).

La temporada de 1857, en la inauguración del Teatro Municipal, se inició con la Compañía Coreográfica Corby, contratada en Francia. Este conjunto permaneció cuatro años en Chile, y tras su partida, pudo constatarse que el gusto de la gente por el ballet clásico ya mutaba hacia rumbos acaso más frívolos. Fue entonces cuando arribó a nuestro país la troupe, Martinetti-Ravel, cuyo repertorio ya anunció la tendencia señalada al considerar al ballet como un arte relegado a un segundo plano ante óperas, operetas y zarzuelas.