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Mujeres y salones literarios

Las pocas mujeres que sabían leer hacia la segunda mitad del siglo XIX, consecuencia de una escasa y precaria educación, correspondían a los segmentos más privilegiados del país. Este grupo de mujeres solía reunirse en salones literarios que, encabezados por damas de la elite, funcionaron como un espacio destinado al fomento de los conocimientos ilustrados que hasta entonces estaban dirigidos exclusivamente a los hombres.

Los salones, como espacios de sociabilidad y difusión del conocimiento, llegaron a Chile gracias a las mujeres y hombres de privilegio que visitaban el París decimonónico y repercutieron fuertemente entre la oligarquía nacional. Según Martina Barros: "Varias damas de nuestra sociedad abrían sus salones constantemente para recibir lo más selecto de nuestro mundo social, y entre estas la que conocí más íntimamente y frecuenté mucho su salón, fue mi inolvidable amiga Laura Cazotte de Antúnez" (Recuerdos de mi vida. Santiago: Orbe, 1942, p.169).

Además de la mencionada Laura Cazotte de Antúnez, en Santiago destacaron como anfitrionas las señoras Emilia Herrera de Toro, Mercedes Marín del Solar, Enriqueta Pinto, Lucía Bulnes, Sara del Campo y Delia Matte de Izquierdo, entre otras señoras que hicieron de sus salones espacios en donde el libro y la lectura encontraron un fecundo terreno de circulación.

Durante estos encuentros se discutían temas políticos como la libertad de culto, el matrimonio civil, el cementerio laico, la vacunación obligatoria y la guerra con Perú. Paradójicamente, pese a tratarse de actividades organizadas por mujeres, los protagonistas eran los hombres: "Las señoras asistíamos a las sesiones, aplaudíamos a los oradores desde las tribunas, los felicitábamos después con entusiasmo y compartíamos sus éxitos" (Barros, Martina. Ibíd., p. 171).

La lectura de las novedades literarias daba lugar a amenas conversaciones y permitía pasar revista a autores de moda como Balzac, Victor Hugo, Chateaubriand, Gorge Sand, Lamartine, Musset, Théophile Gautier, Merimée, los Goncourt, Sainte Beuve, Alfonse Karr, AIfonse Daudet, entre otros. Al respecto, Mercedes Marín escribió en 1865: "¡Cuán hermosas páginas de Fénelon, de Cervantes, de Chateaubriand, y en suma de Madame de Säel, han rodado por nuestras manos, y encantado los oídos de nuestras madres en algunos ratos de ocio en nuestras deliciosas veladas! Si no bastaban los libros de nuestras casas, los amigos traían los suyos. Su lectura daba amplia materia de conversación a la gente joven, estableciéndose así un cambio mutuo de ideas, no menos favorable al cultivo del talento, que al desarrollo de los más puros y honestos del corazón" (Vicuña, Manuel. La belle époque chilena: alta sociedad y mujeres de elite en el cambio de siglo. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana, 2001. p. 89).