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La hora de queda (1918)

La hora de queda es un libro que Inés Echeverría, bajo el seudónimo de Iris, publicó en 1918. Este libro, que reúne seis narraciones, algunas fechadas en los primeros meses del mismo año, se editó con una portada creada por el artista chileno Laureano Guevara Romero (1889-1968).

Respecto al género de las narraciones del libro, Raúl Silva Castro (1903-1970) incluyó La hora de queda en su recopilación bibliográfica El cuento chileno. Sin embargo, otros críticos e investigadoras de la obra de Iris se han referido a ellas como novelas cortas, como es el caso de Emilio Vaïsse (1860-1935), Marcela Prado Traverso o Claudia Aburto.

En junio del mismo año de su publicación, Emilio Vaïsse escribió sobre la obra en El Mercurio (1900-), elogiando uno de los textos compilados, "Minuit chrétiens", por sus descripciones logradas, a la vez que criticó pasajes de otras narraciones por incluir reflexiones en torno a los personajes, en vez de privilegiar la descripción. Así ocurre por ejemplo en "La hora de queda", texto en el que, según Vaïsse, "hay retratos que serían perfectos si Iris los pintara sin filosofar" ("La hora de queda". Estudios críticos de literatura chilena. Santiago: Nascimento, 1940, p. 164).

Un mes después de esta crítica, Elvira Santa Cruz Ossa (1886-1960) publicó con el seudónimo de Roxane un artículo a propósito del libro en la revista Zig-Zag (1905-1964). En este, por una parte, encomió a la autora por su participación en la opinión pública al expresar la importancia de la espiritualidad como una arista que el ser humano integral debe desarrollar y, por otra, presentó una crítica favorable sobre el texto, específicamente, de la narración "La hora de queda".

Sobre esta, elogió a Iris por presentar el diario vivir, repetitivo y circunscrito al hogar, de un grupo de mujeres de clase alta del periodo colonial, en el que ni "la libertad del pensamiento" ni el "derecho de discurrir por sí solas" estaban presentes. La descripción de la vida monótona y limitada de estas mujeres dejaría en evidencia, por contraste, el avance de las ideas feministas en pro de "hacer menos esclava a la mujer" que se discutían hacia 1918. En este sentido, para Elvira Cruz, existía un "abismo entre aquel ambiente femenino de la 'Hora de queda' y el de la hora presente", "abismo que comienza a llenarse con el sacrificio de algunas, con la valentía de muchas, con la rebelión callada y vibrante de todas… Abismo que va llenándole el heroísmo de las que enarbolan el estandarte de ideas progresistas en medio del escarnio de timoratos y retrógrados" (Roxane. "Al margen de la hora de queda". Zig-Zag. Número 699, Santiago, 13 de julio de 1918, p. 7).

La representación de ese "ambiente femenino" en La hora de queda, según la lectura de Claudia Aburto, buscó redefinir la función social de la mujer asociada a la vida privada. Haciendo foco específicamente en los relatos "La hora de queda" y "Bautismo de sangre", para Aburto, la obra presenta sujetos femeninos de "diversas edades, niveles educativos, clases sociales, nacionalidades e inclinaciones espirituales", con el fin de representar al sujeto femenino como múltiple e imposible de encasillar en la imagen tradicional de la mujer cuya función es ser hija, esposa y madre" (Aburto, Claudia. La mutagénesis de las escritoras chilenas a principios del siglo XX. Tesis para optar al grado de Doctorada en Filosofía, con major en español. Universidad de Arizona, 1998, p. 331).