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Ópera en Chile en el siglo XIX

La intensa difusión que Isidora Zegers realizó del arte lírico italiano y, particularmente, de la obra de Gioacchino Rossini (1792-1868), revivió en el siglo XIX el interés en Chile por la música vocal. Ya en el país, desde fines del siglo XVIII, se representaban tonadillas escénicas y sainetes de compositores españoles. Poco a poco la aristocracia chilena comenzó a frecuentar estos actos y la actividad operística -circunscrita a conciertos con arias en vez de funciones completas- se expandió por la ciudad.

Según Eugenio Pereira Salas, la primera compañía de ópera que actuó en Chile fue la de Pezzoni-Bettali, que llegó a Valparaíso y en ese lugar estrenó El engaño feliz, ópera semibufa de Rossini; la misma compañía luego actuó en Santiago, presentándose en el Teatro Arteaga. Otra de las compañías que llegó al país fue la de Pantanelli-Rossi en la cual, según narra José Zapiola, por primera vez pudo verse a un director usando una batuta para guiar a sus músicos.

El poderoso influjo de la ópera, que ya había cobrado fuerza en toda América del Sur, obligó a la construcción de un teatro acorde con las necesidades de la burguesía chilena, lo que originó el levantamiento del Teatro Municipal de Santiago, que mantuvo un verdadero monopolio del gusto musical por medio de la exposición sistemática de óperas italianas, una de las cuales, Hernani de Giuseppe Verdi, inauguró el teatro.