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Misas de primavera (1911)

En 1911, apareció Misas de primavera, primer libro de Jorge González Bastías. Previamente, el autor ya había publicado algunos de los poemas que conformaron este volumen, como fue el caso de "Balada de otoño" -con el nombre "Balada amorosa"- y "Horas Lentas" en Pluma y Lápiz (1900-1904), en los años 1902 y 1904, respectivamente, y también "Elegías sencillas" y "El misterio de los ópalos", que aparecieron en Sucesos (1902-1932) durante 1913.

Misas de primavera se titulaba inicialmente "Poesías". Sin embargo, González lo cambió a partir de una sugerencia que le hizo Mariano Latorre (1886-1955), quien, al leer los poemas del volumen, indicó que la composición "'Misa de Primavera' simboliza a todo el libro", ya que "tenía el aroma de los primeros amores y de las ilusiones primeras". De este modo, el autor decidió que el poemario abriera con este poema y usar el plural para nombrar el libro (Latorre, Mariano. Memorias y otras confidencias. Santiago de Chile: Andrés Bello, 1971, p. 77-78).

Este acercamiento al libro en relación con el motivo amoroso es un aspecto en el que se ha detenido la crítica. Se ha mencionado que el hablante de Misas de primavera "recuerda emocionado y triste su primer amor, aquella cita primera y ese beso de ensueño fugaz". Por ejemplo, en el poema "Horas lentas", la voz lírica "dialoga con el 'viejo camino', evoca la figura venerable de ese anciano de barba blanca y siente honda nostalgia por el amor ido: 'Si yo pudiera en mis brazos estrecharte / Y juntos ir como en el mar dos olas'" (Rafide, Matías. "Evocación de Jorge González Bastías". La Mañana. 27 junio 1992, p. 3). También se ha indicado que el motivo amoroso se presentó en el poemario motivado por un ambiente rural: "Se advierte en todo el transcurrir de su obra, el hechizo del suelo nativo, inspirador del amor, de actividades campesinas, como el cultivo de la tierra y la ofrenda" (González Colville, Juan Carlos. "Misas de primavera". El Centro. Talca, 26 de septiembre de 1995, p. 2).

Otras lecturas de Misas de primavera han identificado un tono elegíaco en el poemario, aspecto por el cual parte de la crítica ha observado la influencia del escritor español Juan Ramón Jiménez (1881-1958). En Selva Lírica (1917) se mencionó que González consideraba a Jiménez su "hermano espiritual, pues los dos ofician sus 'misas de primavera' ante una misma musa-elegiaca". Ambos escritores "se acercan a la Naturaleza, al Corazón, al Arcano. Ritman sencillamente, sin esfuerzos de técnica, y sus cantos conmueven. Aislados, en la soledad del campo, sacuden su corazón y su espíritu y exhalan al través de sus estrofas, perfumes de sentimientos, irradiaciones de poesía" (Araya, Juan Agustín y Molina Núñez, Julio. Selva lírica: estudios sobre los poetas chilenos. Santiago de Chile: Soc. Impr. y Litogr. Universo, 1917, p. 64).

No obstante el reconocimiento de cierto influjo de Juan Ramón Jiménez en Misas de primavera, también se han indicado aspectos originales en la obra. A partir del poema "Elegías sencillas", Armando Donoso (1886-1946) mencionó que "si bien la influencia de Juan Ramón Jiménez es imperiosa, casi tiránica", también era preciso indicar que en el modo de poetizar de González "hay una comprensión original del sentimiento lírico. Priva en él la vaguedad sentimental por sobre el color y la armonía retórica: a veces el ritornelo de la estrofa parece depender de una música interior que está en perfecto maridaje con el pensamiento del poeta", respecto a lo cual destacó la sencillez de sus versos (Donoso, Armando. "Jorge González". Los nuevos. Valencia: F. Sempere y Cía. Editores, 1912, p. 153-154). En línea con este pensamiento, Mariano Latorre también manifestó la influencia de Juan Ramón Jiménez en el libro -además de la de Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895) y de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)-, sin embargo, indicó que, precisamente, "el carácter agreste y original de Jorge prevalece en lo que él calificó certeramente de elegías sencillas", cuya congoja elegíaca "se purifica y ahonda" en los libros posteriores del autor, El poema de las tierras pobres y Vera rústica (Latorre, p. 77-78).

A partir de la publicación de este libro, se ha situado a Jorge González Bastías en la llamada "generación posmodernista" de la poesía chilena, entre quienes se han mencionado a Manuel Magallanes Moure (1878-1924), Max Jara (1886-1965), Ángel Cruchaga Santa María (1893-1964) y Pedro Prado (1886-1952): "Fuera de los influjos de Darío, Lugones o Díaz Mirón, se levanta una generación, considerada como postmodernista por su manera ajena a los medios del movimiento literario; sumida en la interioridad del alma, ofrece, contra la rotundez y elocuencia del verso, una sensibilidad delicada y fina hasta en los temas de amor sensual, como en Max Jara. Expresión simple y profunda por el difícil valor de la sinceridad". En el caso de González Bastías, se mencionan estos rasgos, particularmente, en relación con "la presencia de la tierra" en su poesía (Lefevre, Alfredo. Poetas chilenos contemporáneos. Santiago: Zig-Zag, 1945, p. 11-12).